Recuerden que este libro no me pertencene sino a su autoria Lisa McMaanh
Espero que lo disfruten.-.-.-.-.-.-.-
Noche, 23 de diciembre, 1996.
Janie Hannagan tiene ocho años. Ella lleva puesto un delgado vestido rojo con mangas muy cortas, medias blancas que se hunden entre sus muslos, unas botas gris luna y una chaqueta de color café a la que le faltan dos botones. Con su largo y sucio cabello rubio, se levanta con electricidad estática. Se monta en un tren Amtrak con su madre, que va desde su casa en Fieldridge, Michigan, a Chicago para visitar a su abuela. Su madre lee el mundo para ella. Hay una foto en la portada de un gran hombre que lleva puesto un esmoquin azul. Janie descansa la cabeza contra la ventana, mirando su aliento hacer una nube de él mismo.La nube difumina la visión de Janie tan lentamente que ella no se da cuenta de lo que está sucediendo. Flota en la niebla por un momento y, a continuación, se encuentra en una sala grande, sentada en una mesa de una conferencia con cinco hombres y tres mujeres. En la parte frontal de la habitación está parado un calvo y alto hombre, quien traía un maletín. Él está en ropa interior, dando una presentación, y está nervioso. Trata de hablar, pero no puede obtener de su boca las palabras. Los otros adultos están usando crujientes trajes. Ellos ríen y miran al punto donde se encuentra en el hombre calvo en su ropa interior.
El hombre calvo mira Janie.
Y luego mira a la gente que se ríe de él.
Se ve en su cara la derrota plasmada.
Lleva su maletín delante de sus partes “privadas” y eso hace que los demás se ríen más. Corre a la puerta de la sala de conferencias, pero el mango es resbaladizo y gotea algo de ella. Él no puede abrirla, y ésta chirría con gran ruido en su mano, y la gente en la mesa doble se ríe aún más. El hombre de la ropa interior es de color blanco-grisáceo. Se ha dirigido a Janie de nuevo, con una mirada de pánico escrita en su rostro.
Janie no sabe qué hacer.
Ella se congela.
Los frenos del tren se quejan.
Y la escena crece turbia y se pierde en la niebla.
- Janie - su madre la llama inclinándose hacia ella. Su aliento huele a ginebra y su desordenado cabello cae a un lado tapándole el ojo.-Janie, he dicho, que tal vez la abuela te llevará a la gran tienda de lujo de muñecas. Pensé que te haría ilusión ir, pero creo que no. Luego, la madre de Janie le da un gran sorbo a un frasco que saca de su viejo bolso.
Janie se centra en su madre y sonríe.
-Eso suena divertido-le dice, aunque no le gustan las muñecas. Preferiría mejor unas nuevas mallas.
Ella se removió en el asiento, tratando de ajustarlas. Se extiende desde su entrepierna hasta el muslo. Piensa en el hombre calvo y entrecierra sus ojos. Extraño.
Cuando el tren se detiene, recoge sus bolsas y pasa por el pasillo.
Delante de la madre de Janie, un calvo y desalineado hombre de negocios sale de su compartimiento. Se limpia el rostro con un pañuelo.
Janie ve en su mandíbula gotas de sudor.
-Whoa-ella susurra.
El hombre adquiere un aspecto más calmado al ver su mirada y se vuelve para salir del tren.
6 de septiembre de 1999, 3:05 P.M.
Janie corre a toda velocidad para coger el autobús después de su primer día de sexto grado. Melinda Jeffers, una de las chicas de Fieldridge North Side, saca su pie, enviando a Janie directamente a la gravilla. Melinda se ríe todo el camino en el Jeep Cherokee de color rojo brillante de su madre. A Janie le entran ganas de llorar y se quita el polvo de sí misma. Sube al autobús y se desploma en el asiento delantero. Se ve la suciedad con sangre en las palmas de sus manos y la resaca en su rodilla de sus gastados pantalones.
Sexto grado le hace doler la garganta.
Ella inclina la cabeza contra la ventana.
Cuando llega a casa, Janie pasa junto a su madre, que está en el sofá viendo Rectores de Luz y bebiendo de una botella de vidrio claro. Janie se lava las manos cuidadosamente y se seca. Luego, se sienta junto a su madre, con la esperanza de que la note. Esperando que ella le diga algo.
Pero la madre de Janie está dormida ahora.
Su boca está abierta.
Ella ronca ligeramente.
Con la botella todavía en la mano.
Janie suspira, pone la botella en la mesa de café y empieza a hacer su tarea.
En la mitad de un ejercicio de matemáticas, la habitación se convierte en negrura.
Janie se trasladó hacia un túnel luminoso, como un caleidoscopio multicolor. No hay suelo, por eso está flotando, mientras que los muros giran a su alrededor. Todo eso le hace sentirse como si estuviera vomitando.
Junto a Janie, en aquel extraño túnel, se encuentra su madre y un hombre que se parece a un Jesucristo rubio. El hombre y la madre de Janie se cogieron de la mano y empezaron a volar. Se ven felices. Janie grita, pero no sale el sonido de su boca. Ella quiere que se detenga.
Siente que el lápiz cae de sus dedos.
Siente como su cuerpo cae en el brazo del sofá.
Intenta sentarse, pero con todos los giros de colores a su alrededor, ella no puede decir cuál es la posición vertical.
Entonces choca y cae en el otro sentido: sobre su madre.
Los colores paran y todo se convierte en color negro.
Janie escucha a su madre refunfuñar.
Siente su empujón.
Poco a poco entra en la sala de nuevo y su madre le pega una bofetada en la cara.
-Quítate de encima de mí-dice su madre-¿Qué diablos pasa contigo?
Janie se sienta y mira a su madre. Se le revuelve el estómago y se siente mareada a causa de tantos colores.
-Me siento mal-le susurra y, entonces, ella se levanta para correr hacia el baño y vomitar.
Cuando ella mira con fijeza hacia fuera, pálida y tambaleante, su madre ya se había ido del sofá. Se retiró a su dormitorio.
“Gracias a Dios”, Janie piensa. Ella se salpica la cara con agua fría.
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La Cazadora de Sueños: Sueña
AléatoirePara Jnie, a sus diecisiete años, verse arrastrada a los sueños de otras personas ha dejado de ser una novedad hace tiempo. No puede decirle a nadie lo que hace porque, o jamas le creerian o, peor aun, la considerarian una tarada. Janie, por consigu...