Capítulo 1: Nuevo mundo.

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El día está durmiendo. Las estrellas te saludan. Acabas de volver a nacer en este mundo, solo para ver lo mismo otra vez. Pero se que no estarás decepcionada, no, no, no. Con una sonrisa, mi muñequita, estas viva y agradecida. Aparecen las flores, con el mismo rostro sonriente, huelen a su rellena de algodón y le maúllan, así:

—¡Miau! ¡Conejita, conejita, conejita! ¡Engreída, engreída, engreída! Puede que estés solita, ¡Pero no quita que seas su favorita!

Las flores gato sacan su lengua, y Kiki solo estaba sorprendida. El cielo un arcoíris es, combinado de un vómito de planetas que perdieron su vida. Mi muñequita apreciaba la belleza de un cielo que ya no tiene habitantes, ni dueño. Todo es hermoso. Excepto el hecho de que ella ignoraba a las demás flores felinas.

—¡Pero mira que bien vestida estás, eh?

La flor se enrolla en el cuerpo de la felpa con fuerza. Da un brinco como buena coneja que ella era, ¡Kiki no le gusta que interrumpan en su vista! ¡Eso no está bien!

Kiki: —¿A … a que te refieres?

Flor felina: —¡Tus ropas el debió tejerlas muy bien! ¿Qué te cuesta dármelas? ¿Eh? ¡Muñequita abandonada!

La coneja ya no sentía el pasto en sus pies, el aire era su única compañera, olía el peligro pero no quiso hacer nada. Suspiro y creo un remolino, yéndose sin interés otra vez.

Kiki: —¡Pero si Kiki no tiene ropa!

Flor felina: —Si no es tu ropa… ¡Tú tela tendrá que ser! ¡HISSS!

Bendito sea del querubín que comió con la boca de su estómago a la flor deforme. Hermoso era el, pero más ella, pues tendrá los ojos cual botones, manchados de un especie de jalea derretida sabor a fresa pero en vez de ¡FRESA! sabía a … ¿Metal? ¡Que importa! ¡Sucia está mi pequeña muñequita, que horror, que tragedia la mía! ¡Ay… santa mierda de yo! ¡Buaaah, buaaah!

Kiki: —¡Oh! ¡Ella no puede ver, no puede ver! ¿Tú puedes ver?

Querubín: —Niñita… Prometo ser tus ojos, pero a cambio, quiero que me des mi antiguo hogar… ¿Si?

—Oh. ¿Porqué? Kiki tampoco tiene una casa. ¡Pero eso no importa! El mejor hogar que podrás tener, es tu corazón.

El querubín pensó, volando como si no pesara nada. Si supieran que pesa cincuenta kilos… ¡Ja! —Ah, que adorable… pero no entiendo a lo que te refieres, no me digas que te quebraste como el resto…

—No… pero eres bienvenido a ser feliz si quieres. ¡Solo tu tienes la llave para abrir respuestas! —replicó Kiki.

      —… como sea niña. Sígueme. Pareces ser al menos, no tan hostil como los otros seres —dijo el huérfano.

La chica se sube encima de la cabeza del querubín, mientras volaba veía sonidos, tómalo como quieras. Pues externamente se adentraba en las entrañas de un bosque con árboles tristes, ni siquiera tienen ganas de ver otra cosa que no sea el suelo. Y este, los dejaba ciegos, porque brillaba dorado como mi color favorito.

(PRIMER BORRADOR) La misión de KikiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora