Capítulo 3: Margaritas.

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Las margaritas son como el sol atrapado en unas nubes, y cada nube que saques de tu vida, más fácil es ver la luz. Pero a algunos les es más difícil sacar los pétalos de una margarita, por lo débiles que son. También hay otras que son capaces de destruir un jardín entero por solo pensar en si mismo, y eso, humano mío, es parte de la vida. Pero, lo que me desconcierta a mi es… ¿Por qué Kiki solo se queda mirándolas? ¿Qué bello hay en algo que no logro cambiar? Es algo demasiado simple para mi gusto. ¡Tiene un muy mal gusto! Aunque… no me quejo. Al menos ella es feliz, ¿Verdad? Cuando le di mis últimas fuerzas… aún esperaba poder ver de nuevo a mi hija…

—Te veo y no puedo dejar de verte. Luego de que me arropara el me dijo que yo debía quedarme adentro, pero… ¡Es muy aburrido! ¡Quiero estar afuera, contigo, señorita Margarita! Eres muy linda, dime tú secreto. ¿No tienes secretos? Que pena… No nací como tú. Aún así, aunque yo sienta que eres más linda que yo, ¡Las flores gato podrían decirte que eres fea! No quiero eso, pero… creo que hay gente mala. ¿No? —La señorita da una suave risa, mientras que sus dientes aún seguían juntos como buena pareja, le dice de manera… delicada y dulce ante la recién nacida.

—Señorita humana, me complace saber que soy hermosa para ti. Pero es imposible que alguien no me quiera, y si así fuera, ah… que desdicha sería, ¿Pero sabes corazón? Tú eres hermosa, tal como tu eres. No hay porque escuchar voces de fantasmas. Repítelo amor mío.

—¿No debo escuchar voces de fantasmas? —Preguntó Kiki.

—No, claro que no… —Le acaricia la mejilla con su hoja.

—¡No escucharé voces de fantasmas! —Con alegría, parecía perro recién nacido.

—Muy bien. Ya me iré, antes de el chico me… ¡AHHHH!

La hermosísima margarita se esconde dentro de la tierra, antes de que un conejo le pudiera dar un mordisco mas profundo de lo que le logró hacer. Incrédula, la muñeca extraña mira al conejo similar a ella, extrañada de la extrañísima extrañeza que ¿extrañaba?

—¡No debes matar a nadie, eso está mal! —La felpa se cae al cielo invertido.

—Oye, deforme, no te metas en lo que no te consienre. ¡Esa cosa ni corazón tenía! ¿Mataría algo que no está vivo? ¡Soy un conejo, no un zorro que asesina! —El conejo, indignado, rodea los ojos.

—¡Pero ella se ve viva! —Se oyen pasos lentos detrás del conejo amargado.

—¿Y cómo carajo sabes que algo está vivo o no? —La mira como un toro.

Silencio. El querubín, tomo del cuello al conejo, y lo lanzó lo más lejos posible, mirando molesto a la humana entrecerrando sus cuatro ojos. ¡Su mirada era tan fría que helaba el infierno! Ah, pero igual sería insuficiente. Lo siento, exageré. De todas maneras, no me cae tan mal ese huérfano. Meh… supongo que es mejor que un grano en el trasero. Al menos sirve de algo jajá, Ahh…. Me parece frustrante ver y no poder hacer nada. Supongo que no soy el único en la misma situación. ¿Cierto?

—Kiki.

—¿Qué pasa?

—La paciencia que me concedió Dios no es ilimitada.

—¿Qué es paciencia?

—… Algo que ya no tengo. —Se cruza de brazos.

—¡Oh! Lo siento, Kiki lo siente mucho. Ella puede conseguírtelo si quieres.

—… Solo vámonos a casa. —La carga como un bebé y la vuelve a poner en su cama, la vigiló en toda la tarde, y, cuando la luna los vino a visitar; en silencio miró como aquel querubín se durmió como un bebé en la orilla. Mientras que Kiki por su parte solo lo estaba mirando, y tras unas horas, sonrió para luego dormir con él.

(PRIMER BORRADOR) La misión de KikiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora