Capitulo 3

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Itatí Cantoral sabía que estaba mal cruzar las puertas de aquel restaurante de comida china, pero aun así lo hizo.

Quería hablar con Lucero Hogaza.

Tenía un sentido del humor extraño y hablaba de vaginas como si fuese un típico tema de conversación entre desconocidas, pero se sentía cautivada por su belleza y por su forma de ser. Jamás había conocido a una persona tan llena de confianza, con movimientos tan elegantes y sentimientos tan enigmáticos.

Busco a la chica con la mirada y no tardo en encontrarla, sentada justo en el centro del lugar, apoyando los codos sobre la mesa y colocando su rostro sobre sus manos, manteniendo la mirada en uno de los bonitos cuadros de la pared con las facciones completamente inexpresivas.

Itatí sintió un leve apretón en su pecho al darse cuenta de que no era la única que notaba la presencia de Lucero en aquel lugar. Había más de diez hombres fijando la mirada de forma disimulada en ella, y esto la hacía arder en su interior, aunque las razones de aquel incendio eran claramente desconocidas.

La tatuadora por fin logro llegar al lugar que Lucero ocupaba y se sentó frente a ella. De inmediato noto que los ojos de los hombres también comenzaban a recorrer su cuerpo.

Fue cuándo Itatí comprendió que Lucero había elegido aquella mesa justamente por aquel motivo.

Le gustaba que la admiraran. Le gustaba que los demás se dieran cuenta de su incomparable belleza... Itatí suspiro. Ella siempre elegía la mesa del rincón.

-. Sabía que vendrías -, susurro con lo que podía ser cierto aburrimiento en su voz. La estaba observando con sus penetrantes ojos ámbar, los lentes de sol colgando del bolsillo de su chaqueta de cuero -. Por eso me ocupe de ordenar por ambas. Espero que no te moleste.

-. No me molesta -, confirmo, y era cierto. Le gustaba el atrevimiento de Lucero. Le gustaba saber que no estaba intentando impresionarla cambiando su forma de ser. Le gustaba saber que solo estaba siendo ella misma.

Prefería estar con Lucero siendo Lucero, que con Lucero intentando comportarse como ángel.

-. Bien -, dijo con una sonrisa antes de mover su cabeza levemente a la derecha, despegando sus ojos de los de Itatí y concentrándose en algo detrás de ella. Cuándo Itatí busco con su mirada lo que Lucero estaba viendo se encontró con un hermoso panda deslizándose por los árboles de bambú perfectamente pintado sobre un lienzo. Era el cuadro que la chica había estado admirando antes de su llegada -... Yo lo pinte -, reconoció con orgullo, y cuándo Itatí se giro para verla la descubrió sonriendo. Y aquella era una sonrisa de verdad.

-. No pensé que te dedicaras a la pintura -, murmuro amablemente con una sonrisa mientras se fijaba en los dedos de la chica, los cuales seguían sirviendo de apoyo para su cabeza. Pensó en cuántos cuadros habían pintado aquellas pequeñas extensiones pálidas, en cuántas veces aquellos dedos habían trabajado horas y horas para hacer obras como aquel panda que apenas recibía atención -. Pensé que eras una mujer con otro tipo de... negocios.

Por supuesto Itati había pensado que sería una empresaria, trabajadora de un bar nocturno, jefa de narcotraficantes... o líder de una secta satánica...

-. Lamento haberte decepcionado.

Itatí negó de inmediato.

-. No me has decepcionado, Lucero. Esto es una grata sorpresa... Tal vez podamos hacer concursos de dibujos algún día.

-. Tal vez seria un empate.

Itatí rió ante esa posibilidad y se cubrió la boca con el dorso de la mano.

-. ¿Qué es tan gracioso?

-. Antes, a los doce años, era la peor en el arte del dibujo. Los trazos de los demás eran considerablemente buenos y los mios... los mios daban asco... Tuve que recibir clases de arte durante cuatro años para que mis dibujos llegaran a ser lo que son ahora -, relato sonriendo. Se sentía orgullosa de sus logros, así como Lucero al ver aquel cuadro. Tal vez, muy en el interior, la chica de ojos ámbar y ella no eran tan diferentes.

La chica de las libélulas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora