Capítulo 7.

325 44 6
                                    

Dione.

Casi dos semanas más tarde me encontraba acostada en el sofá de los Cullen brindándole un poco de calor a Bella la cual se encontraba junto a mi acariciando su vientre abultado.

Los demás estaban cazando y la manada se encontraba patrullando habían sentido el olor de un vampiro desconocido cerca así que estaban en alerta por si acaso.

Salí de mis pensamientos al escuchar a Bella quejarse algo fuerte, rápidamente la mire preocupada, la cachorra claramente crecía muy rápido y cada vez necesitaba más espacio y tampoco es como que pudiera medir su fuerza a la hora de patear.

—No es nada, solo me pateó algo fuerte —dijo tranquila.

Puse mi mano en su vientre y sentí el movimiento bajo mi mano, sonreí un poco.

—Hola cachorrito o cachorrita —murmuré dejando un besito dónde lo sentía moverse —Soy tu tía Dya, trata de no hacerle daño a mami ¿Si?

Parecía tranquilizarse, pero seguía moviéndose un poco. —Deberías cantarle —murmuró Bella.

—¿Tú crees?

—Estoy segura de que le gusta tu voz, siempre que le hablas se tranquiliza.

Comencé a pensar en una canción, hasta que recordé una que solía cantar mi abuela antes de dormir, en su idioma materno.

—Vargen ylar i natten skog—comencé cantando despacio solo para Bella y la cachorra —Han vill men kan inte sova hungern river i hans varga buk, o det är kallt i hans stova. Du varg du varg, kom inte hit ungen min får du aldrig vargen ylar I natten skog.

Seguí cantando hasta que sentí dos miradas sobre nosotras haciendo que me callara de golpe y que Bella se quejara suavemente por una patada.

—Shh, tranquila cachorrita —murmuré acariciando el lugar donde pateó.

Levanté la mirada encontrándome con Edward y Jacob ambos nos miraban fijamente como si estuvieran embobados con nuestra presencia, sonreí divertida.

De pronto la sonrisa de Edward se borró y frunció el ceño.

—¿Has dicho algo? —preguntó entonces con un tono de manifiesta perplejidad.

Era extraño, ya que nadie había abierto la boca y él tenía un oído tan fino como el mío y sabía que ninguno de nosotros había hablado.

Clavó los ojos en Bella, que le devolvió la mirada.

Ambos parecían confusos.

—¿Yo? —inquirió ella al cabo de un segundo —No he dicho nada.

Edward se removió hasta quedarse de rodillas frente a nosotras y se inclinó hacia delante con una expresión súbitamente concentrada.

Fijó los ojos negros en el rostro de su esposa.

—¿Qué acabas de pensar ahora mismo? Ella le miró con gesto de total confusión.

—Nada. ¿Qué ocurre?

—¿Y en qué pensabas hace un minuto? —insistió.

—Pues únicamente en la dulce voz que tiene Dya y en el bebe.

Entonces Edward me miró.

—Di algo, lo que sea —pidió él en un susurro.

—¿Cómo qué...? —pregunté confundida.

—¿Qué ocurre, Edward?

Edward se movió con extremo cuidado mientras colocaba ambas manos sobre el enorme vientre redondeado de su esposa.

HYBRID IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora