Capitulo 7

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—¡Y Carlos me dijo que las hormigas se volverían gigantes si las metiamos en la piscina!, pero me mintió...—. Bufó Lando, cruzándose de brazos, Oscar rió.

—Seguro Carlos tampoco tenía idea de que las hormigas no iban a crecer si se arrojaban a la piscina —Menciono Oscar , con la vista fija en la carretera.

— Carlos siempre me miente... pero lo amo... es mi mejor amigo —Empezó a balbucear el rizado, soltando pequeñas risitas.— Pero Oscah... no te pongas celoso. Yo también te amo a ti.

Oscar no dijo nada, pues su vergüenza no le dejaba

—Es ahora cuando me dices que tú también me amas, Oscah —. Le mencionó Lando, sonriendo ampliamente, pero sin mostrar sus dientes. Ante la mirada de cachorro y sus preciosas mejillas levemente rojizas, Oscar simplemente no pudo negarse.

—También te amo, Lan—. Murmuró, sonriendo, ruborizado.

Lando se calló en ese momento y los que siguieron después y Oscar lo agradecía, pues no quería tener que morir de la vergüenza por otras cosas que se le pudiesen salir a el rizado en ese estado de ebriedad, donde parecía no tener filtro alguno a la hora de hablar.

Un par de minutos después, ambos estaban frente a la casa del australiano , quien hace tan solo un par de meses vivía solo con su medio hermano menor, Logan , quien le había recibido con los brazos abiertos cuando volvió del intercambio estudiantil en Tailandia. Sus padres le habían pedido que volviese a Australia, pero Oscar prefirió vivir con su hermano en Mónaco y, después de conocer a personas tan fantásticas como las que ahora eran sus nuevos amigos, no se arrepentía de su decisión.

Salió del auto, pensando que tendría que abrirle la puerta a Lando y llevarlo él mismo hasta el interior de la casa, pero se sorprendió en cuanto el britanico abrió la puerta y salió por su cuenta, caminando entre tropezones hasta la entrada.

Oscar le siguió rápidamente, posicionándose a su lado.

—¡Max!—. Gritó Lando, deteniéndose unos metros antes de llegar a la puerta.

—Lando, Max no se encuentra aquí, esta es mi casa—. Le hizo saber Oscar, parándose frente al ojiverde, quien le miró con el ceño fruncido.

—¿Por qué me trajiste a tu casa?—. Preguntó Lando, enarcando una ceja.

—No tenías donde dormir. Yo me ofrecí para darte hospitalidad porque sé que mi hermano no pasará aquí la noche, además, a él no le molestará—Explicó Oscar, esperando a que Lando le entendiese, este sonrió.

—Si querías que durmiera contigo no tenías que inventar una excusa...— Lando hipó. —Yo hubiese venido si era contigo... sin importar nada.

Oscar sintió calientes sus orejas.

—No, Lan... yo... y-yo...

Lando abrazó a Oscar, acercando demasiado su rostro al del menor.

—Silencio, Piastri, despertarás a Max—. Susurró el ojiverde, mirando fijamente a los labios de Oscar, quien empezó a entrar en pánico de inmediato. ¿Y si Lando lo besaba?, ¿Qué se supone que debería hacer?, ¿Apartarlo?, ¿Y si se sentía rechazado?

Pero no tuvo que pensar mucho más, pues Lando lo besó en la nariz y se apartó, tambaleándose hasta la puerta, donde empezó a golpear aparatosamente, sin cuidado alguno. Oscar tuvo que respirar más de tres veces, contando hasta diez.

El australiano caminó hacia él y lo apartó levemente de la puerta, dándole tiempo para mirarlo con una sonrisa boba y abrazarlo por la espalda, trepándose en su cuerpo como un pequeño koala.

Falofilia [Landoscar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora