Capitulo 9

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Oscar soltó un pequeño gemido cuando sintió, de nuevo, aquél roce en su entrepierna. No estaba seguro de lo que estaba pasando pero tenía demasiado sueño, no quería abrir los ojos.

O al menos, así fue hasta que distinguió un gemido más... que no era suyo.

Abrió los ojos en el momento preciso que todos los recuerdos de la noche anterior se desbordaron en su mente como una avalancha. Se sobresaltó un poco, abriendo los ojos de golpe y encontrándose con la rizada cabellera de Lando recostada en su pecho cómodamente.

Movió las piernas un poco, notando de inmediato la razón de sus gemidos y los de británico: ambos tenían ambas piernas enredadas con las del otro, por lo que era de esperarse que sus entrepiernas quedasen juntas y frotándose constantemente entre sí.

No le tomó demasiado darse cuenta que no podía moverse, pues los brazos de Lando estaban fuertemente aferrados alrededor de su cintura dejándole inmóvil.

Cerró los ojos con fuerza, intentando plantearse la idea de lo que le diría al rizado y cómo éste podría reaccionar ante la historia nada trágica que Oscar estaba deseando contarle, pues quería que Lando entendiese el porqué de su actitud de siempre y la de anoche.

No iba a ser algo fácil de contar, porque probablemente el ojiverde se reiría de él. Pero realmente le gustaba... y quería intentarlo con él. Por más que eso le costase el autocontrol, deseaba que que con el azabache no fuese únicamente algo sexual.

Sintió un par de cosquillas en el cuello y miró hacia abajo, encontrándose con que Lando parecía estar despertando, pues se movía inquieto, por lo que su cabello cosquilleaba en el cuello de Oscar, quien no pudo reprimir sus impulsos y acarició sus cabellos delicadamente.

Lando paseó sus manos por el abdomen del australiano, poniéndole nervioso.

—¿Lan?

El rizado le miró en ese momento y Oscar temió que pudiese escuchar el inquieto y fuerte latido de su corazón, pues éste se había agitado notablemente al ver la adorable cara de Lando recién despierto, con pequeños y sus hermosos ojitos verdes perezosos medio abiertos, labios exquisitos y rosas como siempre y sus cabellos con los rizos apuntando en todas direcciones, dándole una apariencia más que preciosa.

—Buenos días, Oscah— Lando murmuró, trepó hasta quedar sobre este y le besó la frente—¿Cómo dormiste?

Oscar le miró estupefacto. ¿Acaso había olvidado lo que sucedió en la madrugada?, era cierto que deseaba que Lando recordarse cada minucioso detalle, como él lo hacía, de cualquier modo, aún no sabía cómo lidiar con ello. Así que no tenía idea de qué hacer o qué decir.

—B-bien—. Se limitó a responder, forzando una sonrisa. —¿Y tú, Norris?

Lando río, sacudiendo los hombros y confundiendo al menor.

—Hace un par de horas estabas: "Lan, me gusta el control", "Lan, cállate", "Lando, eres muy inquieto", Lando, Lando, Lando...—. Se burló el menor emarcando una ceja, Oscar enrojeció por completo. El rizado apoyó sus manos en el pecho del australiano y, sobre estas, su rostro. —Es un poco inverosímil que ahora me digas Norris.

El mas alto se muerde el labio inferior. Debería admitir que se había estado armando de valor para contarle todo a Lando desde hace más de una semana, pero, justo en ese momento, ni una sola palabra era capaz de salir de su boca.

Pero parecía no ser necesario, pues, estando completamente hundido en sus pensamientos, lo único capaz de sacarle de allí, fueron los tercios labios de Lando posándose sobre los suyos.

El británico se acomodó de modo que quedó sentado sobre el abdomen de Oscar y enredó sus dedos en el cabello de la nuca del mayor, quien se derritió instantáneamente ante el toque, enlazando su lengua con la de Lando.

Falofilia [Landoscar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora