Capítulo 13

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Al llegar a su camioneta, él me volvió a abrir la puerta para que pudiera entrar y la cerró, noté como Ruggero se había detenido, justo detrás del carro, estaba de espaldas y vi como pasó una de sus manos por su cara

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Al llegar a su camioneta, él me volvió a abrir la puerta para que pudiera entrar y la cerró, noté como Ruggero se había detenido, justo detrás del carro, estaba de espaldas y vi como pasó una de sus manos por su cara.

Yo solamente me le quede viendo por el retrovisor del auto, él solamente se quedó quieto un tiempo para después dirigirse hacia la puerta del carro. Se subió y puso el motor en marcha, sabía que algo no andaba bien con él, odie tanto en ese momento a Camila, recordé sus chispeantes ojos mientras bailaba y reía, Ruggero empezó a conducir demasiado serio, ahora su mirada estaba cargada de un profundo dolor, sus ojos estaban empañados, pude notar unas leves gotas asomándose por sus ojos, pero él parecía contenerlas, reí en mis pensamientos, ambos éramos unos orgullosos, no dejaríamos que alguien nos viera llorar, ¿no?

—¿Quieres que te lleve a tu casa? —su tono era algo cortado por el inminente llanto que contenía.

Observe a Ruggero, se veía que estaba realmente mal, ¿qué tanto habrá llegado a significar para él Camila para que se pusiera así?, mire por la ventana, el cielo estrellado de la noche había desaparecido, ahora era completamente oscura, amenazante de lluvia.

—Veo que no me vas a contestar... —volví a oír su VOZ.

—No... no quiero ir a mi casa... —conteste por fin.

—¿Entonces a dónde te llevo? —me preguntó seco e indiferente.

—Detente allí —dije señalando un lugar en la calle entre dos autos, Ruggero sin cuestionar se estacionó donde le había indicado.

—Listo... —dijo él aún viendo al frente sin prestarme atención.

Me voltee hacia Ruggero y le tome la mano que sostenía la palanca de velocidades.

—Ruggero, nos conocemos desde hace muy poco y todo ha pasado tan rápido, apenas ayer eras señor Pasquarelli y ahora... —suspiré, Ruggero giró y me miraba con sus ojos tristes y dolidos—. No quisiera parecer una entrometida, pero... ¿Qué te pasa?, estás triste eso no me lo puedes negar, lo noto en tus ojos, quisiera ayudarte pero no puedo si no me cuentas que es lo que ocurre, ¿es por esa tal Camila? ¿Ella es por la que has estado triste?, mira, no sé quién haya sido en tu vida... —le decía mientras lo miraba directamente a los ojos.

—Eso no te importa, Karol —me interrumpió cortante y con total frialdad.

—Pero mira cómo estás... no me gusta verte así —insistí—. Ruggero, si yo puedo...

—¡Dije que no te importa! ¡Maldita sea! ¿Te es tan difícil entender eso, Karol? —me gritó Ruggero lleno de furia, mi cuerpo tembló de miedo, no esperaba esa reacción. Un estruendo horrible se escuchó y una luz instantánea iluminó el cielo dando paso a una torrencial lluvia.

—No, ya entendí, perdóname por preocuparme de ti...

Furiosa abrí la puerta de la camioneta para poder salir, el viento era gélido y la lluvia pesada. Me bajé azotando la puerta del carro y empecé a caminar sin rumbo alguno.

Mi Querido ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora