Capítulo 8: Castillo de los sueños

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Sora despertó sobresaltado en una cama desconocida. Parecía estar en una habitación improvisada.

Perplejo, se incorporó inquieto. ¿Cómo había llegado ahí? Lo último que recordaba era volar en la nave.

Revisó el entorno buscando alguna pista: había solamente un tocador de madera y cortinas de malgastada. Un resplandeciente ventanal daba a colinas verdes.

Fue entonces que se acercó al armario y abrió las puertas, para encontrar solo un tosco atuendo de sirviente.

—No puede ser... —murmuró contrariado, tomando la ropa. ¿Uniforme de sirviente? ¡Él era un portador, no un criado!

Decidió vestirse de mala gana, no sin antes rebuscar su vestimenta. Pero no encontró rastro de su amada chaqueta, short y zapatillas.

Con mil preguntas en mente, salió del cuarto a buscar respuestas. Cuando bajó, notó que al parecer estaba en una mansión...

—¿Por qué este lugar se me hace reconocido? —se preguntó aún más confuso.

De pronto, Sora oyó las voces de Donald y Goofy. Alegre, los empezó a buscar con la mirada.

—¡Chicos! ¿¡donde están!?

—¡Aquí! ¡abajo! —exclamó Donald.

Sora a bajar la cabeza, se sobresaltó. Oh, no, ¡Donald y Goofy se habían convertido en ratones!

Sora contuvo una exclamación de asombro. Sus fieles amigos ahora eran pequeños y graciosos ratones.

—¡Donald, Goofy! ¿Qué sucedió? —preguntó agitado—. ¿Dónde estamos?

—En la mansión Tremaine, al parecer —explicó Donald, frotándose la cabeza peluda.

Sora guardó silencio, procesando la situada. La mansión se le hacía familiar...

Su foco encendió y jadeó impactado—. Ay, no... ¿¡saben que significa esto!?

Ambos ratones dirigieron miradas, temiendo lo peor.

—Ahora v-voy a interpretar el papel de... Cenicienta... —musitó nervioso.

Tranquilo amigo, encontraremos la forma —trató de calmarlo Goofy.

Pero Sora sentía que el pánico crecía. Interpretar a Cenicienta significaría limpiar, cocinar y cumplir órdenes de su madrastra...

De pronto un grito colérico retumbó desde abajo. La madrasta lo reclamaba para más labores.

—¡S-será mejor ir! —tartamudeó asustado. Sus amigos lo alentaron y juntos bajaron.

En el momento que bajo las escaleras y fue a la sala, sintió que su alma se le iba.

¿¡Por qué Ventus y Roxas estaban ahí con unos atuendos tan elegantes!? Acaso eran sus... ¿¡hermanastros!?

—P-perdón la demora, m-madrastra —tartamudeó Sora, tratando de disimular su shock.

Ventus y Roxas le dirigieron una fría mirada. Su madrastra en cambio, ardía en ira.

—¡Ya era hora, holgazán! Ven acá, tenemos suciedad que limpiar —siseó furiosa.

Sora intentó ocultar su temor ante aquellas miradas gélidas. Avanzó con pasos tímidos hacia su madrastra.

—A sus órdenes —respondió con tono sumiso—. Solo denme mis herramientas y comenzaré de inmediato.

Durante horas limpió la mansión de arriba abajo, bajo la constante supervisión de su odiosa madrastra.

"Tranquilo Sora, es solo una prueba más" pensaba para no desanimarse.

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