Capítulo 3: San Fransokyo, parte 1

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Después de los acontecimientos, Sora y sus dos amigos regresaron a la nave y se embarcaron a seguir con su misión. Sora ahora se encontraba sentimental, echaba de menos a ella...

A bordo de la nave Gummi, Sora se sentó en la cabina, sosteniendo el fragmento del corazón de Natalia en sus manos. Su mente rememoraba todos los momentos que pasaron juntos, las risas, los abrazos y las aventuras. Las lágrimas volvieron a asomarse a sus ojos.

—Naty... extraño tu sonrisa, tus ojos, tu calidez. —susurró con la voz quebrada—Pero haré lo que sea necesario para salvarte. Encontraremos cada uno de los fragmentos y traeremos de vuelta tu corazón completo.

Donald y Goofy lo observaban desde atrás con tristeza. Se acercaron y le dieron unas palmaditas de consuelo en la espalda.

—No te preocupes Sora, siempre estaremos contigo apoyándote.—dijo Goofy con su característica sonrisa.

—Es cierto. Somos un gran equipo y venceremos cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino.—agregó Donald para reconfortarlo.

Sora asintió, respirando hondo para serenarse.—Gracias chicos, los aprecio mucho. Ahora, en marcha al siguiente mundo, debemos continuar con nuestra búsqueda.

Encendieron los motores de la nave y se dirigieron a su siguiente destino, decididos a encontrar más pistas sobre los fragmentos perdidos del corazón de Natalia. Sora no descansaría hasta traerla de vuelta.

Luego de un rato, Goofy miraba por la ventanilla de la nave—Nuestra siguiente misión es San Fransokyo. Ya tenemos tiempo que no vayamos ahí, seguramente Hiro y su equipo nos podrán ayudar. —comentó.

Sora levantó la vista ante las palabras de Goofy. La mención de un viejo amigo le hizo sentir una leve alegría, aunque aún cargaba la tristeza en su corazón.

—Tienes razón Goofy, Hiro y los demás siempre han sido nuestros aliados. Quizás ellos puedan darme alguna pista sobre los fragmentos perdidos —dijo Sora con tono esperanzado.

—Hiro es muy inteligente, estoy seguro que podrá ayudarnos —intervino Donald.

Los recuerdos de otras aventuras pasadas en San Fransokyo hicieron sonreír un poco a Sora. Hiro y su equipo habían demostrado ser grandes amigos y compañeros de batalla en el pasado.

—Me alegra que vayamos con viejos conocidos. Quizás ellos puedan animarme un poco —comentó Sora. Aunque aún extrañaba profundamente a Natalia, saber que contaba con el apoyo de otros amigos le daba fuerzas para continuar.

El paisaje comenzó a cambiar a medida que se acercaban al siguiente mundo. Sora observó por la ventana de la nave Gummi con renovados ánimos, esperanzado en que Hiro y su inteligencia pudieran ayudarlo a dar un paso más cerca de traer de vuelta el corazón de su amada Natalia.

Sora, Donald y Goofy caminaron por el bosque Muirahara, admirando los alrededores. Pese al paso del tiempo, aquel lugar seguía tan hermoso como lo recordaban.

Al salir del bosque y divisar las grandes estructuras de la ciudad, Sora sintió una mezcla de emociones. Por un lado, la tristeza y el anhelo por Natalia seguían presentes. Pero ver de nuevo aquel mundo le traía recuerdos agradables que comenzaban a levantar su ánimo.

—San Fransokyo no ha cambiado mucho —comentó Goofy, siempre con su característica sonrisa.

—Vamos, apresurémonos a ver a Hiro —replicó Donald, ansioso por poner manos a la obra en su búsqueda.

Sora asintió y retomaron la marcha por las calles de la ciudad. Pronto llegaron a la casa Hiro. Al entrar, escuchó la voz de Hiro a través del garaje y decidió tocar.

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