» duodécimo.

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No digo nada. Así que él empieza a hablar: 

—Yo... yo no te conocía, cuando teníamos quince años. Pero me encantó verte en esa sudadera de mi grupo preferido, porque sentí como si, de repente, tuviésemos una conexión. Lo que pasa es que no sabía tu nombre, y con el tiempo lo olvidé. Sabes, un flechazo de un niñato a los quince no es gran cosa... pero dos años después ahí estabas, y parecía como si te hubieras olvidado de mí de repente, y luego esa noche...

«Para, por favor, para...»

—Esa noche fue la mejor noche de mi vida. Los besos, las caricias... Pensé que había algo.

—Joder, lo había... —chillo, sintiendo cómo me pongo roja de rabia y de vergüenza y de muchas cosas a la vez.

—¿Y tengo que entender que ya no lo hay?Me muerdo la lengua antes de volver a hablar.

—Yo te quiero.

Toma una profunda calada de su cigarro y expulsa el aire como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.

—Eso no explica por qué —pausa—. ¿Por qué demonios te fuiste?

Su voz calmada tiembla y yo desearía no llorar nunca, o que todo lo que he llorado fuera suficiente.

—Yo... No quería hacerte daño...

—Siento decirte que no te salió bien.



N/A: Esta historia me va a romper el corazón, madre mía... No sé cuándo terminará, pero me parece que no queda demasiado, así que id preparándoos...

Pero estoy escribiendo una historia nueva, que será de este estilo... más o menos, así que me gustaría que os pasarais y me dijerais si queréis que siga escribiéndola. Se llama "push them away" y está el prólogo ya disponible. 

Muchos besos,

Carmen.

Quinlan (1982) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora