39. Adoración

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     La cadena ha sido estirada. Benditas son las manos que la forzan. Charlie hace la señal, y Alastor, obediente, se hinca frente a ella. Suspira contra sus piernas, y presiona sus labios sueltos sobre las pálidas rodillas de su princesa.
     No agacha la cabeza. Sabe que está a su altura. Incluso con la cadena tirante apretando su cuello, Alastor mantiene la sonrisa intacta.
     Alastor le acaricia con las uñas, hambriento.

     Charlie jala la cadena, haciéndole chocar contra sus rodillas. Le castiga. Alastor tiene un labio reventado.

     —Quieto —ordena ella, autoritaria.

     Alastor se chupa los labios.
     —Como usted ordene, su majestad...

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