Madrid, 28 de agosto.
Eran casi las once de la noche y Lucas seguía en el taxi, el tráfico de Madrid le seguía poniendo de muy mal humor a pesar de llevar viviendo en la capital casi cuatro años. "Debería haber cogido el metro, hubiese llegado antes," pensó. Pero la idea de estar bajo tierra en ese metro tan agobiante no le apetecía.
Sacó el móvil del bolsillo de su pantalón chino color negro y le escribió a su amigo Martin avisando de que estaba llegando, que no se había olvidado de la fiesta tan importante. Miró por la ventana para situarse y vio que le quedaban al menos diez minutos hasta llegar al hotel de Gran Vía, así que le dio al icono de Instagram y abrió la aplicación. Comenzó a deslizar rápidamente hacia abajo, dando like a casi todos los posts sin apenas ver bien la foto. Se fue al inicio y se puso a ver el contenido subido en stories.
Pasa. Pasa. Pasa. Pasó rápido historias de su hermano, de amigos de su antiguo trabajo o algún que otro familiar de su querida Uruguay. Pero no pasó cuando llegó a lo que habían subido sus amigos Omar, Denna y Álex, buscando en ellos a alguien que sabía que iba a ver después de dos años, tres meses y ocho días. Y ahí estaba, al fondo de un storie de Denna, apoyada en la baranda de la azotea hablando con su amiga Salma. Estaba de espaldas pero podía ver lo guapísima que estaba, con el pelo suelto y un vestido negro.
- Hemos llegado, perdón por el tráfico pero un viernes noche de verano es lo que tiene. Son veinte con treinta y cinco. - le dijo el taxista, un señor que por edad le recordaba a su padre y había sido muy simpático con él.
- No se preocupe, estoy acostumbrado a este tráfico aunque me pone de mal humor. Pagaré con tarjeta - extendió su tarjeta hacia el datáfono, cogió la copia y salió del coche - Buenas noches, señor.
Se arregló un poco la camisa blanca que llevaba metida por dentro del pantalón, dejándola algo desenfadada y se desabrochó un botón más, hacía mucha calor aunque agradecía la poca humedad de la ciudad comparado con el bochorno que hacía en Barcelona, la ciudad en la que vivió antes de mudarse. Entró al hotel, le saludaron dos recepcionistas y fue directo al ascensor que estaba ya en la planta baja y le dio al botón con el número diez marcado en el que ponía "azotea" en color dorado.
Lucas no dejaba de resoplar, sabía que una vez se abriera la puerta del ascensor estaría a escasos pasos de reencontrarse con ella y su estómago ya estaba dando más vueltas que una noria. Se miró al espejo retocándose el pelo, hoy lo había querido llevar un poco más despeinado, con algo de laca pero despeinado.
Salió del ascensor y giró hacia la izquierda, donde al volver se tuvo que parar en seco. Ahí estaba, de espaldas hablando con Salma. La reconocería de espaldas a veinte metros y con cien personas más en esa terraza. Iba acercándose poco a poco, como si fuese con miedo de que le viera pero sabía que el reencuentro era inevitable. Y entonces ella se giró.
- Mierda.
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¿Y piensas en mí?
De TodoHace dos años que Lucas y Naiara se vieron por última vez. Hace dos años que decidieron quedar en ser amigos, por el bien de ambos, prometiéndose que nada cambiaría entre ellos. Pero también hace dos años del último beso, el último abrazo y una últi...