Capítulø cincø

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El señor Chevalley volvió a ajustar los circuitos de la radio tratando de manipularla para obtener una mayor recepción, utilizando para ello una antena parabólica que había diseñado él mismo e instalado estratégicamente en el punto más alto de la montaña al que pudimos llegar.

Hace un año cuando comenzó la guerra, cualquier transmisión no autorizada por el gobierno había quedado estrictamente prohibida en todo el país debido a que podía ser utilizada para comunicar mensajes entre espías, convocar a revueltas o distribuir propaganda Nazi.

La innovación del señor Chevalley, confiaba él, con los recursos y el apoyo necesario permitiría no sólo enviar y recibir con un alcance mayor del que se había logrado alguna vez desde la invención de la radio, sino que haría posible interceptar señales de terceros que se cruzaran con la suya.

Sin embargo, tuvo que desistir de esa idea por razones que yo todavía desconocía y huir con el resto de los matemáticos a donde nos encontrábamos ahora.

Al observarlo me daba cuenta de que entre más tiempo pasaba con ellos, más notorias se tornaban sus cicatrices.

— ¿Alguien puede escucharnos? —preguntó el señor Possel a través del aparato para probarlo.

Esperamos ansiosos unos cuantos segundos antes de escuchar la voz del señor Chevalley proveniente del otro lado:

"Fuerte y claro, compañero. Cambio".

El resto de los matemáticos y yo celebramos el funcionamiento de la radio desde el campamento que levantamos en el sitio más cercano a los limites de la montaña, donde partiría el grupo que se embarcaría en la primera misión de exploración rumbo a Homwtown esa mañana.

El señor Cartan tomó la línea— Excelente, ahora baja de allí antes de que se te congelen las ideas.

"Creo que sería mejor si me quedo aquí para asegurarme, ¿por qué no viene alguno a echarme una mano? Y de paso traigan algo caliente, está helando".

— Yo lo hago —se ofreció el señor Dieudonné mientras se ponía su gran abrigo y sus guantes.

De pronto escuché un silbido proveniente de afuera de la carpa y salí para ver de qué se trataba, encontrándome con Justin.

— ¿Qué te parece el nuevo uniforme? Me gusta más que el anterior, creo que el verde resalta mis encantadores ojos —dio una vuelta sobre su propio eje modelando el traje estilo militar que les pidieron vestir para la misión.

Estaba por responder con una broma cuando alguien pasó desde atrás entre nosotros empujándome bruscamente del hombro.

Justin me sostuvo para que no perdiera el equilibrio— ¿Charles, estás bien? —luego miró al otro sujeto con molestia y le gritó—: ¡Oye, fíjate por dónde vas!

Cuando este se detuvo unos pasos adelante y se giró para encararnos nos dimos cuenta de que se trataba del mismo sujeto que inició la pelea en las literas aquella ocasión.

— Oh, por favor discúlpame, había olvidado que eres de cristal —me dijo con ironía—. ¡Ahora lo entiendo! Por eso no irás con nosotros, es un lugar peligroso y desconocido, hecho solo para los más fuertes, llevarte a cuestas nos supondría un gran impedimento. Debería agradecerte por eso —y nos reverenció.

Mi amigo hizo amago de acercarse a él para enfrentarlo, pero lo detuve poniendo una mano en su pecho— Tranquilo, no vale la pena.

El contrario sonrió con burla y escupió en el suelo antes de retirarse. Justin todavía lo seguía con la mirada como si pudiera provocarle algún tipo de daño con ella.

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⏰ Última actualización: May 25 ⏰

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Hometown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora