04.00 ✶ La princesa y su guardian.

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4 | La princesa y su guardián.

127 DC

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127 DC.
LERION, MESES
ANTES DE LA REBELIÓN.

— ¿Madre? No entiendo, no deberías estar aquí... Los guardias, te deben llevar a tu cuarto, madre.— Ephimia murmura al ver la figura pálida de Adalia.

Ephimia nota que su madre ya no se ve exactamente como en su juventud, su abuela le hablado de lo que era antes de su nacimiento. Era alguien llena de vida, con sueños, y todo el reino sabía que la princesa Adalia, la dulzura de Lerion, no añoraba el trono. Era el amor, la calidez, lo que deseo con tanto anhelo. O eso fue, hasta que su mente comenzó a quebrantar más rápido que cualquier otra enfermedad. 

La Adalia que se presentó esa noche, se veía ojerosa, llena de heridas. Cortes nacían de sus delgados brazos, y se acumulaban aún más en su estómago, que podrían verse mediante su vestido roto. Esos eran viejos, de cuando Ephimia aún se resguardaba en su útero.

— Ya ni siquiera quieres verme. Lo entiendo.— Adalia escupe con veneno, y Ephimia no quiere ver el odio que guarda en su mirada.— Pero, ahí estas. Pudiste huir ¿Cierto? Recuerdo que llorabas con mi maldita madre, rogando que me exilien en cuatro paredes.

— No, mamá. Yo nunca haría eso.— La Ephimia de apenas doce lunas, niega con miedo del temperamento. La expresión facial de su madre parecía sólido, sin emoción alguna. Pero ella pudo ver ira. Mucha.

La hija de Delyria se acerca con lentitud, y toma sus brazos con fuerza y determinación.— Tiemblas tanto, siquiera pareces la heredera al futuro trono. Debieron echarte, como bastarda, no mereces sentarte en lo que me pertenece y fue arrebatado.

Es suficiente, Ephimia intenta huir de sus garras. Para una mujer caída en la locura, Adalia conserva la fuerza de su juventud. Llorando, busca a su abuela, ella siempre aparecía cuando su madre descendia de la razón.

— Madre, porfavor.— Ephimia suplica, entre las manos de Adalia, la princesa busca el resguardo materno que nunca obtendría.— Déjame ir, madre.

— ¡No me llames así, traidora! Huiste, dejaste que tu familia muriera. No fuiste lo suficientemente valiente como para soportar el arrebato contra tu pureza. Y ni siquiera nos honras, te escondes entre dragones enfermos, que codician su propia sangre, que se juntan entre ellos y crean vidas grotescas.— Es Adalia la que habla entre el llanto de su única heredera, riéndose y lastimándola en el proceso.

— ¿De que hablas, madre, que dragones dices? Estamos en Lerion, en el castillo.— Ephimia ve sus ojos. Aveces sentía que nunca encontraría piedad en ella, que Adelia nunca podría amarla. Ephimia no ve a los guardias separarlas, no escucha los gritos de la reina.— No existen tales criaturas, son solo mitos.

—Déjenme, intento destruir con lo repulsivo que he creado, sangre derramada, eso es.— chilla Adalia siendo atrapada sin poco tacto, sin notar lo decepcionada que su madre, la reina Delyria le veía.— ¡Es ella, madre, ella es el error que cometí!

𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐄𝐏𝐇𝐈𝐌𝐈𝐀. hotdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora