Capítulo 2 Parte 6/7

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Dentro del hotel me encontré por una segunda intensión, diferenciándola de la otra simple ocasión que era insignificante, comparándola con esta importante circunstancia repleta de dudas elocuentes.

Se seguía presenciando en el ambiente el aromatizado de la cafeína que tanto lo identificó del resto de los hoteles, y continuaron en la sala esas tétricas y magníficas pinturas apocalípticas. También seguían aquellos sillones modernos de cuero negro, pero habían desaparecido las estanterías de libros, como si alguien o varios hubiesen tirado a la basura la creatividad de millones de personas, pero supongo que el dueño los trasladó a otro sitio, sería lo más coherente.

Durante días mantuve un perfil bajo. Volvía a casa, hice algunos amigos y contactaba algunos espíritus del más allá. También me mediqué sin un diagnóstico médico las heridas externas y los dolores internos con medicamentos. Una clara y gran diferencia entre el yo del pasado y el yo actual de este momento.

Mientras observo los alrededores me percate en cómo se manifestó una sombra sobrenatural sobre mis narices, una figura la cual opaco el brillo de la luz de la araña (la única que alumbro ese instante). Esa opaca sombra tenía una excelente postura la cual refleja seguridad y confianza antes los desconocidos forasteros o los pringados del pueblo. Se trató de Javier Muñiz. Vestía cómo un leñador; camisa grunge, jeans negros y unas botas de detonación industrial. En su pierna dos musleras tácticas en la cual en una traía unos nueve milímetros semiautomática y en la otra un afilado cuchillo de caza. Se vestía como si tratase de algún subempleo que subsistía a base de ello. No sabía y jamás entendería como escondió aquel revolver custodiado por el ejército, espero y esperaré una respuesta convincente sin mentiras ni engaños solo mirándolo a los ojos.

En el escritorio de la recepción había un hacha, aquellas que usan los leñadores. ¿Qué escondía? Esa pregunta regeneró dudas, broto raíces que jamás imagine que crecerían. Espere una respuesta, pero no la obtuve, ningún interrogatorio podría hacerlo hablar. El miedo era su dueño y amo, lo hacía callar como si fuese su ramera.

-¿Qué haces tú aquí? No tendrías que haber venido, vete. No regreses– Dijo Javier confuso mientras trago saliva, esperando que aquel frío líquido lubrique su garganta.

-¿Por qué me has dado una ubicación inexistente? ¿Qué es o quién es en realidad Sodoma?–Espere una simple respuesta, pero no obtuve nada

Se acabó esta inútil prórroga de interrogación dejándose reposar sus manos sobre mis hombros, habíamos sonreído como hipócritas esperando algo uno del otro la simpatices y la amabilidad eran insignificantes palabras para describirlo, entre dientes susurro –sígueme-

Mientras camino hacia la puerta el auxiliar en el trascurso jamás se detuvo en silbar aquella misma tonada ambiental del otro día, y no se detuvo por demostrar como un manipulador su sonrisa de tiburón.

-Lo siento. Luego me lo agradecerás- Susurro.

Desprevenido sentí una punzada en el cuello y cuando logro observar lo ocurrido, veo como Daniel se había puesto una máscara de oxígeno de radiación. Sabía que el líquido que porto esa jeringa trato de anestesia, ya que sentía como me dormía. Después de injertarme anestesia, pude observar por unos instantes como me posicionaba en la parte trasera de un vehículo, acostado sobre los asientos como si fuese un triste moribundo apartado de esta vida.

En cuanto desvié la vista hacia debajo de un pino perteneciente a un restaurante había un soldado mutilando con un cuchillo de carnicero el cuerpo de una niña desnuda. Un sentimiento frío y cálido de resurrección y muerte recorrió todo mi cuerpo helando mis vasos sanguíneos, un frío sudor corporal recorría mi ser, y un miedo intenso fue el gusto amargo en mis labios en ese momento.

El Umbral de las Sombras: Enigmas en un Mundo ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora