Capítulo 2 Parte 3/7

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Dentro de una habitación individual de aislamiento, con el acceso al baño privado desde la habitación, poseía una exclusiva salida hacia los pasillos generales y es ahí, donde observo el cadáver desnudo de una inocente anciana de rostro pálido como la muerte encima de una camilla inoxidable en donde su aliento expulsaba el hedor del excremento animal.

Sobre ella había una reluciente bandeja metálica en donde en aquellos distintos recipientes habían servido salmón ahumado, ensalada, pollo y calabacín, baguette y una rebanada de pastel pudriéndose desde los orígenes de su creación.

Sobre esa camilla había la única ventana de esta espeluznante habitación, coronada por un rollo de alambres de púas encarnadas con los tejidos de la carne de algún desafortunado.

Desvié la mirada examinando el entorno siniestro y lo único que logré ver fueron miles de órganos humanos desparramados por debajo de un reloj romano, y del costado sobresalía de lo terrorífico un mediano placar de dos puertas, con un cajón individual donde salían de esas ranuras ciempiés escabulléndose por debajo de ese mueble.

Seguía experimentando una sobreabundancia de emociones malévolas, brotando como esporas tóxicas por esta espeluznante atmósfera siniestra.

Allí sentí el manifestar de un solitario espíritu maligno adentrarse a esta lúgubre aula de muerte sintiendo ese corazón de carbón emitiendo un sentimiento desbastado por la melancolía y el odio desde sus orígenes, escuchando de nuevo ese fatídico taconear de tacones sincronizar con el andar de ruedas de una camilla acercándose a esta habitación.

Como la lentitud de las agujas del reloj avanzaba, tomándose su tiempo, y este simple obstáculo impedía a este bobalicón, atreverse, adentrarse por las profundidades de estos diversos pasillos encantados.

Ahí, se presenció una imagen como un antiguo recuerdo de la infancia, manifestando esa mascarilla abominable de medusa de aquella mujer, advirtiéndome con un mensaje codificado que el peligro asechaba en los recónditos sitios de esta habitación. Esa visión es un malestar, un recuerdo nostálgico del diablo abominable en todo su esplendor. Una emoción melancólica resplandecía en esa nostalgia, sintiendo ese tétrico malestar. De allí un impulso repentino de adrenalina recorría mi ser, y es ahí cuando de repente sufrí un ataque de tensión corriendo para adentrarme hacia aquel estrecho armario de madera.

Otro suceso sobrenatural renacía entre las cenizas del fénix, reflejando en un inquietante instante como aquel cadáver putrefacto articulo la muñeca, señalándome con el dedo incide la única mesa de la habitación. Después de eso, aquella anciana sufrió una desgarradora combustión espontánea humana, concluyendo su historia en cenizas, y de esas resurgieron el fenómeno cuerpo de aquella profesora, y esos restos jamás serán capaces de retenerla un segundo más en el suelo.

La mascarilla ya no la tenía, solo esa belleza enferma del infierno. En esos ojos, las espinillas componían sus pupilas, en donde estallaron en una interminable cascada de pus. Sumergió sus dedos sobre ese río de lágrimas cuya consistencia era similar al semen, continuando en chuparlos como si fuesen paleta de agua. Tenía una piel igual a la de los reptiles, escamosa, donde su oscura carne escondía pequeños forúnculos, y en cuanto estallaron pasó esa exótica lengua hecha de una enorme cucaracha negra sobre sus brazos, deleitando ese único gustillo repugnante. Se exhibía ante los ojos del mundo desnudo, en donde cuyos senos parecían la ubre de los mamíferos, y sus pezones los dientes podridos de una cabra.

La oscuridad era casi total, y la desorientación absoluta.

Se detenía de a poco ese océano de pus, algo sucedería, pero, aunque preparado estaría, el pánico y la desesperación desvanecían mi valentía.

El Umbral de las Sombras: Enigmas en un Mundo ParaleloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora