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~Por darme alas,

Por enderezarme~

El regreso al hotel fue hecho en silencio por las dos, incapaces de buscar algo que decir para iniciar una conversación. En lo único que podían pensar era en el rostro empapado en lágrimas de Haerin, en la forma en que les miraba: había poco odio, pero sí mucho dolor.

―Lo hemos jodido ―murmuró Minji una vez entraron al cuarto, y Danielle bajó los ojos por la vergüenza y desesperación―. ¿Cómo si quiera va a perdonarnos luego de lo que le hicimos?

Danielle no respondió, yendo directo hacia su cama para sentarse en ella y tratar de no hundirse en la miseria y sufrimiento. Era muy difícil, siendo honesta: su alfa se retorcía por las ganas de ir en busca de Haerin, abrazarla y tratar de consolarla de alguna manera, a pesar de que ellas le causaron todas esas tristes emociones que sentía.

―No quiero perderla ―fue lo que contestó Danielle, y su voz se apretó en clara señal de llanto, a pesar de que ella no era muy dada a eso.

Minji la observó y fue hacia ella, dándole un fuerte abrazo que le sorprendió en un inicio, pero pasado unos segundos, se sintió natural y su cuerpo se relajó. Minji, a diferencia de muchos otros alfas, poseía un olor suave que combinaba la lavanda con ylang-ylang. Haerin una vez le dijo que el aroma de Minji era exótico y más afrodisiaco, y Danielle se rió y empezó a reírse de ella, provocándole mucha vergüenza. Ahora que la abrazaba con tanta fuerza, pudo entender a qué se refería.

―Tampoco quiero perderla ―admitió Minji, sin soltarla del abrazo, y Danielle sólo pensó en lo extraño, pero consolador, que era ese abrazo.

Ellas se habían abrazado antes, innumerables veces, en especial en las festividades. Sin embargo, en ese momento, con su alfa tan sensible y desesperada, el abrazo lo percibió distinto y, en lugar de provocarle miedo o susto, le calmó. Por un momento, incluso la sensación era como si fuera Haerin en sus brazos, no como si se la estuviera imaginando en reemplazo de Minji, sino en la intimidad y consuelo que le entregaba.

―¿Mucho mejor? ―susurró Kim a su oído, y eso le provocó un agradable escalofrío en su columna vertebral.

―Minji ―la voz de Danielle también hizo que la más alta se estremeciera, pero no en señal de rechazo, sino en algo más que no supo reconocer―, ¿cómo...? ¿Qué es esto?

―Mmm ―Minji sonrió muy a su pesar, y no sentía ganas de soltarlo―, no lo sé, Danielle, ¿importa? ¿No lo hemos compartido todo siempre, incluso nuestros momentos más vulnerables?

Cuánta verdad en esa simple pregunta, y más ahora. La naturalidad de ese abrazo, de esas palabras, la calmó por completo y su alfa encontró un poco de paz. El encuentro con Haerin le dejó los nervios destrozados, y suponía que para Minji fue parecido por la manera en que le seguía abrazando, pero ahora, ya no había tanta desesperación.

―Hay que pedirle perdón por todo ―dijo Danielle, entristecida al recordar el rostro de Haerin―, incluso si hay que arrodillarnos.

―Por supuesto ―Minji suspiró y recién aflojó un poco el abrazo, pero no le soltó―. Ella lo vale. Vale absolutamente toda la pena del mundo.

Eso era algo que las dos tenían más que claro.

***

Para cuando llegaron a casa, Haerin había dejado de llorar, pero se sentía un poco entumecida y fuera de sí.

Hanni le dijo algo, sin embargo, la omega se bajó del auto y caminó hacia la puerta. En su cabeza, no dejaba de pensar en Danielle y Minji frente a ella, sin moverse, sin querer tocarla, pero rogándole que les permitiera explicarle todo.

monocromía; mindaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora