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~Sabía que tú eras mi salvación,

Porque tus manos son las únicas que cubren mi dolor...~

El resto de la semana pasó con lentitud, como si el fin de semana que se acercaba no quisiera llegar pronto. Haerin no sabía cómo tomarse esa sensación, a medida que llegaba el viernes, la ansiedad aumentaba más y más en la boca del estómago.

Ni siquiera sabía porqué estaba tan nerviosa. Era sólo una salida con Minji y Danielle. Una especie de cita triple, o lo que fuera que ellas tuvieran, pero cita al fin y al cabo. Haerin comenzó a tener un poco de miedo, temiendo que ellas le pidieran escoger a alguna de las dos en esos días. Ella no se sentía capaz de eso, no todavía, sus sentimientos seguían demasiado confundidos y no podía descifrarlos con facilidad. Cuando se trataba de ellas, todo en su mente parecía hacer cortocircuito.

La situación empeoró el jueves ya que, al salir del colegio, se encontró con su mamá esperándola fuera. La sorpresa fue demasiado grande, como si un bloque de cemento la hubiera golpeado de repente, que se quedó sin aire. Empeoró porque ese día Minji la iba a ir a buscar, y allí estaba, haciéndole un gesto con sus manos. No sabía a dónde mirar, si hacia su madre o hacia Minji.

Finalmente fue hacia ella. La alfa se quedó en su lugar, un poco confundida, y Haerin le hizo una señal vaga de que se lo explicaría por teléfono.

—Mamá —dijo, con la voz temblando—, hola. Yo no... no pensé que estarías aquí.

No había hablado con ella desde que fue el día siguiente al ataque de Dongyul. Se había encontrado con su padre y la molestia le inundó con todo lo que el adulto le dijo acerca de que ella le separó del hombre. No podía evitarlo, con una sensación de rencor y resentimiento por lo que ella provocó. Su madre le negó una vida buena y estable producto de sus celos y miedos.

Sin embargo, al verla ahora, fue como si esas emociones desaparecieran. No quería sonar cruel, pero ella se veía... se veía un poco mal. Parecía haber perdido peso las últimas semanas a pesar de su embarazo, tenía ojeras más marcadas en el rostro y la piel muy pálida. Haerin sintió lástima, y no sabía si eso la hacía una buena o mala persona.

—Haerin —le sonrió, aunque se veía también un poco incómoda—, lamento haber venido de la nada, pero quería aprovechar... —titubeó un momento—. Hoy es mi día libre y quise venir a buscarte, como cuando estabas más pequeña, ¿te acuerdas?

No mucho. En esa época, ellas vivían con papá todavía, y como él trabajaba, se hacía cargo de todo. Ahí mamá tenía mucho tiempo libre y la iba a buscar al colegio. Pero cuando todo se torció, papá se fue y ellas se mudaron, la mujer dejó de hacerlo ya que debía trabajar.

—Sí —mintió a medias—. ¿Ha pasado algo?

—Quería hablar contigo. ¿Qué te parece si vamos por un café? Yo invito.

Haerin volvió a dudar, pensando si era buena idea ir con ella. Por un breve momento, tuvo miedo de que eso fuera un loco y estúpido plan por parte de Dongyul para pillarla desprevenida. Iría con su mamá a algún lugar poco transitado y el alfa la secuestraría para violarla y marcarla.

Aunque la idea desapareció con rapidez al ver el cansancio en su mamá. Le dio más pena pensar en que eso fuera posible y que pudiera esperarlo de ella. La relación con la mujer, supo en ese momento, era frágil y pendía de un hilo, y Haerin no sabía si esa conversación sería el fin o el inicio de algo nuevo.

—Está bien —le dijo, pero antes de ir con ella, añadió—, pero ¿me esperas un momento?

Su mamá asintió, algo confundida, y Haerin sabía que no tuvo que hacerlo, pero de cualquiera forma, ¿importaba ahora? Mamá podía pensar lo que quisiera a esas alturas y ella ya no iba a cumplir sus expectativas, lo tenía más que claro.

monocromía; mindaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora