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~Dame tu mano, sálvame, sálvame,

Necesito tu mano antes de que caiga, caiga...

Al mirar la hora, se percató de que faltaban menos de cinco minutos para que el timbre tocara, anunciando el inicio de la jornada escolar. Haerin no sabía qué hacer en ese preciso momento, con los nervios apretando su estómago.

Hanni pareció notar sus nervios, porque se volteó a verla y detuvo su caminata. Como si tratara de ser casual, apoyó sus manos en los hombros de su hermana menor, obligándola a devolverle la mirada.

—No debes sentirte así —le dijo Hanni, cariñosa—, nadie te comerá aquí.

—Eso no puedes saberlo —contestó Haerin, con su voz ligeramente temblorosa.

—Los profesores no lo permitirán —insistió—. Sólo debes decirle que eres hija del CEO Kang y saldrán en tu defensa.

—¡Pero eso es abuso de poder!

—¿Y qué? —se encogió de hombros—. Ay, aprovéchalo, Haerin. Si quieres le digo a papá que te contrate un par de guardaespaldas para que golpeen a los que te miren mal.

Haerin puso mala cara, soltando un bufido bajo y sabiendo que Hanni lo decía como broma, pero si le insistía, era capaz de hacerlo. Su papá le había dicho algo parecido: "si alguien te hace algo, me lo dices enseguida y yo me haré cargo". Haerin se sentía un poco ridícula con la situación, sin embargo, a su omega le gustaba eso de sentirse protegida. Era un consuelo para la herida que poseía en su corazón.

El timbre resonó en la institución. Hanni se inclinó a darle un beso en la frente, y por el rabillo del ojo, Haerin pudo captar a un par de chicas y chicos mirándolas fijamente.

Mordió su labio inferior.

—No debes preocuparte —le murmuró Hanni—, te dejé impregnada en mi olor, así sabrán que no estás sola.

Haerin asintió y agarró las tiras de su mochila con fuerza, como si de esa manera se estuviera aferrando a algo firme. Se despidió de su hermana y se obligó a avanzar por el patio delantero para entrar al enorme edificio de la institución privada que sería su colegio en los siguientes meses. La omega averiguó en línea cómo era aquel sitio y era muy exclusivo, demasiado para su propio gusto, y se sintió enseguida desentonando. Los y las omegas entraban y caminaban con un porte distinto al suyo. Haerin se sintió algo patosa.

Fue donde la secretaria y ella le dirigió con el inspector, encargado que le llevaría a su primera clase. El hombre, un beta, le explicó las principales instalaciones educacionales y Haerin no pudo evitar marearse con toda la información recibida: dos gimnasios, una cancha de fútbol, una piscina, dos comedores, tres laboratorios, dos salas de música...

Pronto llegaron a su salón. Haerin tragó saliva mientras el hombre pasaba, saludaba a los estudiantes y luego la presentaba. Miró rápidamente a todos sus compañeros, que la observaban con curiosidad, y luego desvió la vista hacia la pared.

—Mi no-nombre es Kang Haerin —tartamudeó, avergonzada—. ¡Por fa-favor, cuiden de mí! —y se inclinó, queriendo salir corriendo.

—Bienvenida, Haerin —habló la amable voz de la profesora—. Estamos en la clase de matemática, así que ve a sentarte al fondo, junto a la ventana.

Haerin se enderezó y apresuró en ir hacia el lugar apuntado. Algunos omegas se le quedaron mirando, pero una vez la profesora prosiguió con su clase, la atención fue desviada. La muchacha trató de prestar atención a lo que decía la mujer, aunque nunca fue muy buena en matemáticas, y la mayor parte de la clase estuvo perdida y sin entender nada. Para cuando finalizó, salió con una sensación de derrota.

monocromía; mindaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora