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~Escucha el latido de mi corazón,

Te llama cada vez que quiere~

El día siguiente apenas se dirigieron la mirada o hablaron de algo, sintiendo como las horas pasaban con lentitud, como si no hubiera prisa. Ellas, por el contrario, lo único que deseaban era que pronto llegara la tarde, pues Haerin les había dicho que volvería a eso de las ocho de la noche.

El único momento en el que se dijeron algo fue para pedir algo de comida rápida, ya que no tenían ganas de cocinarse algo. La discusión del día anterior les había dejado agotadas y muy ansiosas por lo que fuera a ocurrir, cada una de ellas pensando en lo que podría pasar cuando decidieran enfrentar a la chica. No querían presionarla o exigirle una respuesta, sin embargo, la situación ya se había vuelto insostenible para las dos alfas.

Danielle pensaba en lo que haría si Haerin la escogía. Santo Dios, la abrazaría con tanta fuerza, estaba segura de eso, y le besaría ese bonito rostro de gatito que poseía hasta hacerla reír. Se iba a asegurar de que no se arrepintiera ni un poco de su decisión, de que ni siquiera tuviera un pensamiento de remordimiento hacia Minji. Danielle le demostraría que con ella sería muy feliz.

Minji, por otro lado... Estaba prácticamente con la misma idea. Si Haerin la elegía, lo primero que haría sería abrazarla también y besarla en la boca, para que así se olvidara de cualquier otra idea, en especial de que demostrara un poco de miedo por su elección. Con ella, Haerin no tenía por qué tener un poco de miedo, ya que Minji le protegería de todo lo malo en el mundo, incluso de sus propios padres.

Sin embargo, las dos no querían pensar en lo que podría ocurrir con ellas, con su amistad. ¿Podrían siquiera sacarla adelante, aun sabiendo que cortejaron y amaron a la misma omega? ¿Podrían ver a esa omega otra vez y no sentir el corazón acelerarse?

Muy poco probable. Por lo mismo, no se sentían capaces de imaginar ese panorama todavía, a sabiendas de que quedaban pocas horas para que Haerin llegara. Los minutos seguían pasando con lentitud, pero el momento en que la pelinegra apareciera se acercaba poco a poco, y sus corazones lo único que hacían era estrujarse en angustia y ansiedad. Que terrible situación en la que ellas mismas se pusieron, todo por iniciar un juego tonto y sin sentido que se volteó en su contra.

Cuando dieron las siete, ambas ya sentían los nervios a flor de piel. Ni siquiera prepararon algo para comer, lo único que deseaban era que esa hora pasara rápido para que Haerin apareciera y pudieran acabar con esa tortura.

Para sorpresa de las dos, esa hora pasó mucho más rápido que el resto del día. Antes de lo que esperaban, dieron las ocho. Casi en automático, miraron la puerta, esperando que Haerin apareciera.

Las ocho y cuarto. Las ocho y media. Quince para las nueve. Las nueve.

Se observaron a los ojos por primera vez en todo el día. El pánico no hizo más que aumentar, con el corazón desbocado y acelerado.

Las nueve y cuarto. Las nueve y media. Quince para las diez.

Las dos estaban ya marcando el número de Haerin, con la desesperación creciendo y casi desbordándose de sus cuerpos, cuando sintieron la puerta abrirse. Sus cabezas giraron bruscamente, y contemplaron a Haerin entrar al departamento.

—Rin —habló Minji primero, y esta la observó—, por Dios, es tarde.

—¿Ah? —Haerin se veía un poco perdida, cerrando la puerta—. Ah, sí. No me fijé.

—¿No te...? —Danielle decidió no regañarla por eso—. No importa, bebé, pero ven aquí...

Haerin dio un paso, sin embargo, Danielle se adelantó porque necesitaba tocarla. Necesitaba sentirla, aunque fuera una última vez, bajo su toque. La abrazó con fuerza, sorprendiendo a la omega, e iba a decirle algo. Al menos, hasta que sintió...

monocromía; mindaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora