Hace un rato que Max entró al baño. Lo sé porque escucho el agua caer. No quiso que lo acompañara, me dijo que necesitaba pensar un poco, y que quería estar solo. Así que lo dejé para darle un poco de espacio. Ya es ganancia que no saliera huyendo de aquí en el momento en que lo desaté. Después de lo que hicimos, mejor dicho, después de lo que le hice, será lo más apto dejar que se relaje.
Cuando sale del baño, lleva una toalla alrededor de la cintura y su pecho sigue húmedo. Me quedo embobada mirando su pecho. No puedo dejar de admirar ese hermoso cuerpo escultural que tiene. Aun se pueden ver las pequeñas marcas que le dejé con mis uñas. Pero sé que desaparecerán en poco tiempo.
–Todo tuyo –me señala la puerta del baño.
Salgo de mi estupor y lo miro a los ojos. Su mirada sobre mí es extraña. Pero lo atribuyo a lo que sucedió.
–¿Podemos hablar?
–Primero dúchate –me dice serio–. Luego hablamos.
Espero que cuando salga del baño no se haya ido de aquí. Entro y cierro la puerta a mi espalda. Me recuesto un momento en la puerta y suelto un suspiro. De este punto en adelante todo entre nosotros cambió, sólo espero que no sea demasiado.
Me miro en el espejo. Mis ojos están un poco dilatados, mis labios hinchados, pero por lo demás, me veo igual. Aunque no me sienta así.
Abro el grifo y espero a que el agua se caliente. No creí que mi plan fuera a funcionar y sea como sea, estaba un poco tensa. Pero todo salió mejor de lo que esperaba y los dos lo disfrutamos como nunca. No me arrepiento de nada de lo que hice. Y rezo para que Max tampoco.
Mientras pienso en sus reacciones, me quito el corsé, que es lo único de ropa que tengo y entro a la ducha. El agua caliente cae sobre mí. No voy a lavar mi cabello, de lo contrario le daría demasiado tiempo para que quiera irse de mi casa. Me enjabono rápidamente y el agua se lleva la tensión y el sudor que quedó en mi cuerpo.
Termino lo más rápido que puedo, ya que en serio necesito conversar un poco con Max. Necesito saber cómo se siente y qué piensa de lo que pasó.
Cierro el grifo y tomo una toalla para secarme. Luego, me pongo crema en el cuerpo y me anudo la toalla sobre el pecho. Con el estrés de todo, no traje ni un par de bragas para ponerme. Aunque no me importa, porque el que me espera afuera es Max.
Abro la puerta del baño y noto que las luces están apagadas. Ni siquiera las del pasillo. Me parece extraño, porque todo estaba encendido cuando entré a ducharme. Ahora, no sé dónde está Max. Cruzo la habitación para encender la luz, pero antes de poder siquiera dar tres pasos en la habitación unas manos me atrapan por la cintura levantándome del suelo.
Grito por la impresión.
–¿Qué mierda está pasando?
Una mano cubre mi boca para acallar mis gritos. Me lleva a la cama y me tira sobre el colchón. Caigo sobre mi estómago y luego mis brazos son jalados a mi espalda. Rodea mis muñecas con una pañoleta y las une dejándome atada.
¿Dónde estará Max? Comienzo a pensar en muchas posibilidades.
Intento moverme, pero él pesa más que yo y no lo logro. Una nalgada me sorprende.
–Quédate quieta.
–Max. ¿Qué estás haciendo? –una mezcla de tranquilidad y desconcierto me embarga.
–Te dije que me la iba a cobrar amor –dice acercando su rostro a mi oído–. ¿Recuerdas?
–Pero...
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You are my Temptation
RomanceMax y Abby tendrán un fin de semana que cambiará su relación.