Cuando me despierto, siento como que he dormido demasiado. El antifaz no me deja saber dónde me encuentro. Pero ya no estoy en el asiento del auto. Estoy mucho más cómoda en una cama. Mis manos ahora están unidas al frente.
Lo pienso por un momento y sé que podría hacer trampa y quitarme el antifaz. Mis manos suben hacia mi rostro y tocan el material, pero cuando estoy a punto de quitarlo me detengo en seco. Si Max no lo quitó, no sería justo arruinar el juego que iniciamos desde anoche. Así que lentamente bajo mis manos y respiro profundo.
Cuando estoy a punto de llamar a Max, su voz a un lado me asusta.
–Buena chica.
–T-te iba a llamar.
–Lo sé –su voz es de orgullo–. Gracias.
–¿Por qué?
–Por no hacer trampa –acaricia suavemente mi rostro y sus labios tocan los míos con dulzura, pero con rapidez se separan–. Por eso creo que te mereces un premio.
–Sí. Dame un premio –le digo lujuriosamente. El sueño y el cansancio quedaron atrás, siendo reemplazado por el dolor entre mis piernas porque no me ha dejado correrme desde que nos subimos al auto.
Levanto mis brazos para poder acariciar su rostro. Una mano suya atrae las mías. Y una caricia de sus labios en mis palmas me relaja. Antes de hacer otra cosa, lleva las manos sobre mi cabeza y las ancla a la cabecera de la cama.
–Pero... ¿por qué?
–Porque quiero darte tu premio.
–Hmmm... –me retuerzo de placer de sólo imaginar lo que tiene planeado para mí.
Sus manos acarician mis piernas. Aún puedo sentir las bragas que me hizo ponerme antes de salir de mi apartamento. Pero él las toma y las saca. Un gemido sale de mi boca sin poder evitarlo.
–Ahora para que pueda darte el premio, necesito que abras bien las piernas y no las cierres por ningún motivo. ¿De acuerdo? –dice serio.
Muevo mi cabeza en señal de afirmación.
–Quiero palabras. Siempre que te pregunte algo, necesito palabras a menos que no puedas hablar.
–De acuerdo.
–Buena chica.
Hago lo que me dijo y separo mis piernas. Unos momentos después, puedo sentir algo suave acariciando desde las plantas de los pies, hasta los muslos, pasando por la cara interna. Me hace cosquillas y hago lo posible por no retorcerme por esto.
Cada sensación se refleja en mi centro.
Lucho por no correrme y que Max termine castigándome por no esperar a que me lo permita. Sigue subiendo por mi cuerpo sin detener la dulce tortura. En su paso, encuentra lugares erógenos que me enloquecen. Cuando llega a mi pecho, ya no puedo evitar retorcer mi cuerpo por el inmenso placer que siento, y a pesar de mis pobres intentos, mis piernas se unen para mitigar las sensaciones que me provoca.
Tardo un momento en darme cuenta de que ha dejado de tocarme y un silencio se instala en la habitación, porque mis gemidos se han detenido también. Cuando me recupero es cuando me doy cuenta de mi error. Y muy lentamente vuelvo a la posición anterior.
Unos segundos después vuelvo a sentir sus caricias desde las plantas de los pies.
¡Oh, nooo! Volvió a iniciar.
Lo que me dice que cada que no haga lo que me dijo que hiciera, comenzará la tortura desde cero.
Sigue subiendo como la vez anterior, y hago todo lo posible por no mover mis piernas de donde las puse. Y lo logro, no sin mucho esfuerzo. Sería más sencillo si las hubiera atado a la cama también, pero creo que es parte del juego.
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You are my Temptation
RomanceMax y Abby tendrán un fin de semana que cambiará su relación.