Rebelión de Amor

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Yes to heaven—Lana del rey





Bosque de luna plateada en el lado oeste del reino, cerca del lago Aurora.

(Hace media hora)





En la celda, el frío se aferraba a cada rincón, impregnando el aire de una sensación gélida que calaba hasta los huesos. Gobernada por un silencio sepulcral y una oscuridad asfixiante, el joven se encogía en un intento fútil por protegerse del entorno hostil que lo rodeaba. Sus pies descalzos, en contacto directo con el suelo helado, sentían la dureza del concreto bajo ellos, mientras las cadenas que los aprisionaban se retorcían con inquietud, limitando su movilidad y añadiendo una capa más de desasosiego a su ya angustiosa situación.

En medio de la penumbra, un torbellino de recuerdos lo asaltó, recordándole tiempos pasados y libertades perdidas. Incapaz de discernir cuánto tiempo llevaba encerrado entre esas cuatro paredes, la desesperación por recuperar su libertad crecía con cada latido de su corazón. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, ardía la llama de la determinación, lista para desafiar cualquier obstáculo en su camino hacia la libertad, aunque eso significara enfrentarse a más cadenas y soportar aún más golpes.

Un suspiro de profunda frustración se escapó de los labios del joven al rememorar lo cerca que estuvo de alcanzar la libertad, la fugaz esperanza que lo acarició cuando divisó el reino en la lejanía antes de ser arrebatado nuevamente por las cadenas de la opresión. La tristeza y la desolación que lo habían embargado se transformaron en una furia ardiente que hizo eco en sus entrañas. Sin titubear, estrelló su puño contra la sólida pared de la celda, sintiendo el agudo dolor irradiar por sus huesos. Un grito ahogado escapó de sus labios, resonando en la oscuridad, perturbando el silencio monótono que lo envolvía. Sus tormentos se manifestaron en el rincón oscuro, atrayendo la atención de los brutales guardias que custodiaban su prisión.

Con cada grito que escapaba de su garganta, la desesperación se manifestaba en movimientos frenéticos, su cuerpo retorciéndose bajo el peso de las cadenas que lo sujetaban con firmeza. A pesar del dolor y la dificultad, se negó a quedarse inmóvil. Con un estallido de fuerza impulsiva, se lanzó hacia adelante, sus manos aferrándose a la cadena con determinación. Con un sonido ominoso, la argolla que lo mantenía prisionero contra la pared finalmente cedió, liberándolo de su confinamiento inmediato.

Aunque las cadenas aún lo aprisionaban, un destello de esperanza iluminó sus ojos al comprender que quizás aún quedaba una oportunidad de escape.

—¿Qué estás tramando, maldito? —rugió el rufián al irrumpir en la celda, su voz resonando en las paredes de piedra.

La repentina inundación de luz en la celda sumida en la oscuridad hizo que el joven prisionero entrecerrara los ojos, luchando por adaptarse a la claridad.

AMARTE EN SILENCIO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora