Dora

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  Entusiasmada Michelle ató su carta a Coco, acarició su cabeza, lo alentó y vio como se alejaba por la ventana.

  Un par de días luego Coco entró por la puerta principal mientras la castaña intentaba hacer una tarta de ricota del libro de su abuela. Toda su familia estaba durmiendo, eran las cinco y media de la madrugada y apenas estaba saliendo el sol. Pero ella se levantó, prendió un sahumerio y el horno.

  La carta tenía la letra más elegante que pudo haber visto en su vida.

Querida Elle:

  Tu búho me cayó muy bien. No te preocupes por no comunicarte antes, de todas formas apenas ayer habría podido contestar. Regulus y yo viajamos a casa de Andy, me alegro de que hayas decidido enviarla allí, sino me habrían interrogado a más no poder.

  Llegué perfectamente, o lo mejor que pude haber llegado a esta casa. Regulus y su padre me trajeron en realidad. Mis padres me dejaron técnicamente plantada. Me gustaría contarte todo, pero no ha pasado nada. Solo que en casa de Andy la pasamos demasiado bien (no paraban de mencionarte), y que no veo la hora de volver. ¡Creo que deberías venir conmigo, ella estará feliz de verte!

  No me habría dado cuenta de las ganas de leerte que tenía hasta que mencionaste que no quieres alargar la carta. Escribe más. Y tampoco puedo dejar de imaginarte en ese auto lujoso. Te necesito.

Con amor, y extrañandote, Narcisa.

  Luego llegó la carta de Regulus mientras Michelle conversaba sobre un libro con Remus en su habitación. Desmentía palabras de Narcisa, contando que ella misma era la que no paraba de hablar de Michelle.

  La próxima semana el grupo de chicos se alojó en casa de los mellizos, aprovechando que sus padres no estaban en casa. Fueron a comprar, se cruzaron a Grace, y cuando volvieron cocinaron arroz con huevo frito.

—¿En qué estás pensando, Pete? —Ahora mismo se encontraban esparcidos charlando en la sala de estar.

—Creo que alguien quedó flechado por tu amiga.

—¿Qué? No, no es eso —exclamó riendo. Llegó un búho y se paró en la ventana de la cocina.

—Puf, tú de vuelta. Ese búho no para de ir y venir —comentó Remus.

—Uy, ¿y quién es? —indagó James pícaro siguiendo con la mirada a su amiga, que estaba al lado del búho atendiéndolo e intentando ignorarlos.

—Nadie. —El típico ardor en la panza, que se hacía más presente sabiendo que estaba en una habitación llena de sus amigos.

—¿Quién es ella, chicos?

—¿Eh? ¿Mi mamá? —Cuando Michelle se dio vuelta, Peter estaba señalando un cuadro que había sobre la chimenea, teniendo la cabeza reposada sobre el apoyabrazos del sofá en una pose extraña.

—No, no, la que está al lado de tu padre.

—No hay nadie ahí, amigo, ¿estás bien? —se burló Sirius. Peter se reincorporó, frunciendo el ceño creyendo que le estaban tomando el pelo.

  Pero cuando lo hizo, quedó boquiabierta al ver que la persona que había visto ahí ya no estaba. Michelle se acercó, muy curiosa, aunque le hacía gracia la situación, dejó la carta de dos pergaminos enteros en la mesita ratona, tomó el cuadro y empezó a inspeccionarlo mientras sus amigos se acercaban riendo.

  Lo empezó a dar vuelta entre sus manos, y cuando lo inclinó hacia el costado pudo ver lo que Peter vio.

—Rems, ¿quién es ella?

"𝑱𝒖𝒑𝒊𝒕𝒆𝒓"; Narcisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora