𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐒𝐢𝐞𝐭𝐞

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Hacía un calor de mierda, estaba toda sudada y el profesor de educación física nos quería hacer sufrir, sin duda el horario no nos favorecía en nada, era viernes y nos tocaba educación física, ¡a última hora! La coleta mal hecha que tenía estaba por los suelos y yo con la Isi estábamos muertas, hoy no había venido Samira, estaba de aniversario la muerte de una tía lejana y ella junto con su familia partieron al sur como a las seis de la mañana.

- Isi, weona, afirmame.

Mis manos estaban apoyadas en mis rodillas luego del circuito y la conchetumare que el profe nos hizo correr.

- Weona, espera.

La Isi estaba igual que yo, tratando de recobrar el aire perdido, nos habían llevado al parque que está junto al colegio, al llegar tuvimos que correr toda la pista, que para mala cuea se igualaba a una profesional, después nos hicieron carreras, saltos, y se le ocurrió la estupenda idea de que el próximo ejercicio tratara de tener que tirarnos de guata al suelo con las manos arriba de la cabeza, y teníamos que pararnos sin usar las ya mencionadas manos, y luego correr hasta la meta y devolvernos por fuera para hacerlo otra vez, más encima la caga de polera de educación física era blanca, había hecho lo ya mencionado y no sentía mi cuerpo, fuera de webeo.

- ¡Son buenas pa correr, cabras!

Nos grita Jorge, burlándose de nosotras haciendo lo que a mí y a la Isi nos costó la vida como si fuera lo más fácil, y las copias con el Gustavo no se quedaban atrás.

- ¡Corre vo por mí po, feo culiao!

Le grito, sacándole el dedo del medio.

- ¡La boca, Castillo!

El profe me acusa, mientras anota algo en su libretita.

- ¡Puta la wea!

Susurro mientras me paso las manos por la frente.

- ¡Me quiero ir a la chucha!

La isi decía mientras miraba la hora, salíamos a la una hoy por ser viernes pero se hacía eterno.

- ¡Quince de descanso y una vuelta caminando!

El profe nos dice para luego tocar el silbato, camino hacia mi mochila donde tengo mi agua, y el placer que sentí cuando el agua fría recorrió mi garganta fue inexplicable.

- ¡Martaaaaaaa!

Siento el gritito en mi oreja y me volteo, al verlo me río, pues tenía una cara ridícula, graciosa.

- ¿Por qué todavía no me aceptas en ig?

Dice, mientras pone cara de pena.

- No me has mandado la solicitud po.

¿𝙔 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙨𝙖𝙘𝙤 𝙙𝙚 𝙬𝙚𝙖?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora