Prefacio

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Sentada bajo una noche helada donde la luna me hace compañía mientras bebo una copa de vino hace que me sienta plena luego de tantos altibajos, han sido meses muy fuertes para la familia. Muertes, traiciones, engaños y lidiar con la crisis que aparece en mi hermano.

Las ida al psiquiatra lo han ayudado mucho pero su mayor motivación son las gemelas Ivanova. Esas pequeñas criaturas son tan preciosas que provocan comérselas a besos — que les digo, ando enamorada de mis sobrinas —. Pero fuera de eso, estamos bien dentro de lo que cabe.

Cuando tengo la oportunidad visito a mi hermana en el convento, por los momentos es una novicia. Nunca he entendido ese cambio tan repentino de servirle a Dios cuando su verdadero sueño era ser una gran pianista y compositora, tal vez las cosas que han ocurrido en la familia ha hecho que quisiera separarse de la vida criminal que nos ha rodeado desde antes de nacer, por ende, la he apoyado desde un principio cuando me comentó que quería ser monja.

Mi vida estos meses han sido muy buenos se podría decir.

Por algunos inconvenientes personales de la organización de Miss Universo el año pasado no se pudo realizar el concurso, por lo tanto, me toca ahora representar a Rusia este año entrante.

Ahorita estoy preparándome con mis organizadores, entrenadores y sobre todo mis oradores para tener mayor soltura al expresarme.

Aunque si es por hablar, me sale desde el alma.

De repente, sopla una fuerte brisa provocando que me abrace a mi misma para darme un poco de calor; sin embargo, soy abrigada con una manta sobre mis hombros. Siento un beso en mi cabeza y ya me siento en casa, solo faltaba él para estar completa.

— Buenas noches, mon diamant. — sonrío al verlo.

«Mi diamante»

— Buenas noches, mi superman.

El se sienta a mi lado y enseguida me coloco a horcajadas en sus piernas cubriéndonos a ambos con la manta. Acomoda mi cabello pasándolo por la espalda dejando mis hombros completamente desnudos, los acaricia con adoración y en absoluto silencio.

— ¿Cómo te fue hoy en la compañía? Te noto muy estresado. — beso sus labios.

— Pero ahora estoy contigo, todos mis males se han ido.

Sonrío genuinamente.

— Hoy estás muy romántico, sr Petit.

— Usted me hace ser un francés muy enamorado, sra Petit.

Estampa sus labios sobre los míos siendo un beso voraz, deseoso pero a la vez tierno y cursi.

Mete sus manos bajo la camisa agarrando mis pechos, mis pezones ya estaban erectos por el frío pero ahora es por la excitación que estoy experimentando en este preciso instante. Un pequeño gemido se me escapa produciendo que la polla de mi Capo se ponga dura, comienzo a moverme sintiendo la rigidez de su miembro en la tela de mi falda short.

Nuestras respiraciones son erráticas y espesas.

— ¿Qué quieres que te haga, mon diamant? Solo pidemelo. — muerde mi labio inferior haciendo que jadee.

— Hazme tuya, Capo. Muestrale a tu mujer el poder que tienes.

Sin esperar un segundo más, rompe mi camisa de tirante a la mitad dejando mis senos expuestos. Se los mete a la boca con devoción y cerrando los ojos por concentración. Miles de sensaciones empiezo a experimentar y sentir con él, teníamos una semana y media que no teníamos intimidad ya que mi esposo estaba de viaje por asuntos de trabajo y hoy es que lo estoy viendo, llegó a Marsella directamente en la compañía.

Volvió a dirigir su boca a la mía hambriento de más.

Mientras sus manos exploran cada centímetro de mi cuerpo.

Sus dedos acarician la piel desnuda, enviando escalofríos de placer por todo mi ser. Gimo suavemente entregándome por completo a la intensidad de la pasión que nos consume.

Jerome desliza una mano por todo mi muslo acariciando levemente hasta llegar a mi punto más íntimo, sin quitarme la parte inferior. Con destreza, sus dedos comienzan a explorar mi coño, provocando gemidos entrecortados de placer.

El aroma embriagador de las flores y las hierbas frescas impregnaban el aire, aumentando aún más la excitación que nos embarga. Arqueo la espalda poseída y regocijada de la satisfacción. Sin embargo, cuando siento que me voy a venir, Jerome saca sus dedos de mi interior con una sonrisa de arrogancia que me dan ganas de asesinarlo y besarlo a la vez.

— ¿Acaso quieres más? — pregunta el muy imbécil.

— Está demás tu pregunta, Petit. — expreso con seriedad.

El Capo se ríe a carcajadas y se quita el botón del pantalón sacando su exquisita polla que me hace doblar de placer por lo maravillosa que es.

Comienza a jugar pasando su pene por mis labios vaginales como si fuera una brocha, al tener contacto la corona de su miembro con mi clitoris, chillo inesperadamente por lo rico que se siente. Al ver que con la mirada le suplicaba que la metiera inmediatamente, me complace, adentrándose en mi vagina con lentitud pero con firmeza. Ambos nos dejamos llevar por la pasión desenfrenada que nos lleva al cielo.

Los gemidos se entrelazan con el aire, mezclando éxtasis y la entrega total.

El vaivén de nuestros cuerpos se vuelven cada vez más frenéticos, el placer nos está arrastrando a un orgasmo intenso y liberador. La silla cruje bajo la pasión desatada, pero a los dos no parece importarnos. Los dos perdidos por el momento, otorgando por completo la lujuria y el deseo impaciente.

Finalmente, juntos alcanzamos ese orgasmo tan esperado.

Mi cuerpo convulsiona sobre el suyo en un éxtasis compartido fundiéndonos en un abrazo cálido y satisfactorio.

La noche nos había regalado un momento de pasión desmedido en medio del jardín, un recuerdo que guardaré por siempre en mi corazón como un tesoro preciado y libidinoso.

Y así, en medio de este inmenso jardín paradisíaco, nos entregamos con mucha sed de sensaciones y llevándonos al límite del placer. Aquí recostada en su pecho pienso en lo que acabamos de hacer, fue una escena explícita y salvaje, pero también hermosa y llena de amor. Se sabe que nuestro matrimonio fue arreglado desde que yo era una niña, pero siempre he admirado el respeto y entrega que Jerome tiene hacia mi.

Por eso es que desde que le confesé que me había acostado con Lukas un día antes de nuestra boda y me lo perdonó, supe que jamás pasaré males a su lado.

— ¿Estás cansada, sra Petit? — pregunta en su susurro haciendo que salga de mi ensoñación.

— Ujum. — me pego mas a su cuerpo.

Escucho como ríe roncamente.

— Me encanta dejar a mi mujer complacida.

Saca su polla de mi interior y lo mete entre su pantalón, se lo acomoda y me carga ingresando a nuestra mansión.

— Nos daremos un rico baño en el jacuzzi.

— Siempre con buenas ideas, esposo mío.

Me abrazo a él mientras subimos las escaleras. 

Saskia: Seducción en la pasarelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora