✶⊶⊷⊶⊷❍ - ❍⊶⊷⊶⊷✶
Wolfes
Los días en aquella comunidad iban aumentando y parecía que, con ella, los problemas también. Así como algunos del grupo habían logrado adaptarse rápidamente a Alexandria, muchos sufrían por eso. Daryl e Idoya eran parte de esa minoría.
Habían pasado algunos pocos días desde el incidente de Noah, pero la pelinegra no podía quitarse de la cabeza ese momento. No podía dejar de repetirlo, intentando pensar en otras opciones que pudieron ayudarla, pero no había nada. Cada plan que se le ocurría terminaba en lo mismo: Noah siendo despedazado mientras Idoya no podía evitarlo.
Al día siguiente de su despertar salió directamente hacia el bosque a hurtadillas, estuvo horas caminando con la esperanza de alejarse lo más que pudiera de la comunidad. Sus piernas temblaban con cada paso, pero eso no le impedía seguir su camino, no paró sino hasta que llegó a un inmenso prado y se derrumbó, cayendo de espaldas en posición de estrella, mirando fijamente hacia aquel cielo nublado. Su respiración estaba acelerada y todo su cuerpo dolía, sus pensamientos iban y venían de un tema a otro, era como si estuviera muriendo y su mente se encargara de mostrarle los recuerdos recopilados a lo largo de su vida.
—¿Te quedarás ahí mucho tiempo? — dijo una voz en la cercanía. La mirada de la pelinegra se dirigió hacia un lado, quedando frente a las botas de combate pertenecientes al cazador. Él se encontraba frente a ella, mirándola desde arriba con una ceja levantado.
—Por lo menos hasta que me dé un golpe de calor y esté tan desorientada que ni siquiera pueda volver, sí. — contestó con un tono bajo mientras devolvía su mirada al cielo.
—Entonces morirás y dejaras solo al apestoso.
—Daryl, honestamente y sin ningún afán de ofenderte, el olor de Jonathan no es ni la mitad de fuerte que el tuyo. — su tono era calmado, y podía sentirse el cansancio de su alma con cada palabra que soltaba. Al recibir un simple gruñido como respuesta dirigió su mirada, y lo observó sentarse en la áspera hierva a unos centímetros de ella.
—Aaron y yo encontramos poco-pensantes muy extraños. — mencionó cambiando de tema, pues muy dentro de él, sabía que era cierto. Pero es que él sí tomaba baños. Lo hacía en la madrugada cuando nadie estaba despierto, solo que el ser tan tosco hacía que se ensuciara fácilmente. —Algunos estaban descuartizados o atados, pero todos tenían tallada una "W" en su frente. Debe ser obras de algún loco.
—¿Una "W" tallada con una navaja? — dijo rápidamente levantándose del suelo. Era como si aquella frase la hubiera sacado de su transe, o más bien, de sus pensamientos. —Llévame con ellos. Ahora, Daryl.
Tardaron más de una hora en motocicleta para acercarse al lugar mencionado por el cazador. Al llegar, Idoya palideció al ver la escena tan grotesca, pues si bien Daryl ya le había explicado, su imaginación no le hizo ver lo mismo que sus ojos en estos momentos. Había un caminante amarrado a un árbol completamente desnudo, sus extremidades estaban cortadas y sus intestinos tenían caída libre hacia el suelo. Había otros tres cuerpos descuartizados y regados por la zona. La pelinegra se acercó cuidadosamente al caminante del árbol y, cuando tomó su rostro con tal delicadeza y lo subió un poco para admirar su rostro, su mente se nubló y sintió como su presión bajaba, logrando desestabilizarla un poco. Aquella letra la conocía muy bien, ya había tenido una plática no muy delicada con aquel grupo que se hacía llamar "Lobos". Eran agresivos y despiadados, incluso habían intentado hacerle esa misma cicatriz a la Idoya de 12 años cuando irrumpieron en la casa en la que la pelinegra se encontraba descansando. Esa noche, solamente logró salvar a Jonathan de ellos, y también fue la primera vez en la que Idoya sintió un miedo diferente al del laboratorio: un miedo que la hacía desesperarse y sentirse agitada, uno que le quitaba el aliento. Por primera vez, tuvo miedo de perder al ser que amaba, a su Johnny.
ESTÁS LEYENDO
Heartless {Carl Grimes}
FanfictionHeartless Idoya Winston, hija del Doctor Marcus Winston: uno de los causantes del apocalipsis. Nunca tuvo una vida normal. La obligaron a saltarse etapas tan importantes como la niñez. Su infancia no fue nada agradable; desde los 6 años, su padre la...