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✶⊶⊷⊶⊷❍ - ❍⊶⊷⊶⊷✶

The Smiths

Sus ojos se encontraban rojizos y su rostro hinchado por la complicada noche de ayer. Hacía tiempo que se callaba aquellos pensamientos, pero al tener el tema tan de cerca no pudo evitar sentirse acorralada y explotar. Y claramente, al día siguiente despertó con un claro remordimiento de haber hablado de más. Ella jamás había dicho la razón por la que se aislaba tanto, ni siquiera Jonathan lo sabía, aunque eso no evitaba que le mostrara su apoyo en días tormentosos como estos. 

—No podemos arriesgarla. Con lo de Noah comprobamos que la dañarán con tal de conseguir un poco de carne — decía Glenn, con un tono de indignación mientras colocaba un brazo alrededor de los hombros de Idoya de manera sobreprotectora.    

Esta mañana, el Sheriff Rick Grimes había descubierto una enorme cantera con cientos de poco-pensantes dentro, gruñendo y creando tal eco ensordecedor que no aguantó más de dos minutos ahí. 

—Además Idoya no podría aguantar la frecuencia tan alta de las voces. — dijo Eugene, continuando con los argumentos en contra de mandar a la pelinegra al ojo del huracán.

Winston ni siquiera se molestaba en replicar. Desde que había despertado se encontraba como perdida en su mente. Y ahora que habían convocado esta reunión para saber cómo erradicar el gigante problema, no podía evitar adentrarse más en su memoria. Trataba de encontrar algún indicio que pudiera ayudar para resolverlo, y cuando estuvo a punto de darse por vencida lo recordó: Una de las muchas noches en su celda, cuando sus sentidos comenzaban a agudizarse mucho más y las voces comenzaban a hacerse más claras. Recordó lo mortificada que se sentía, los escalofríos en su cuerpo y ese nudo gigante que le impedía siquiera hablar. 

Recordó estar recostada en el suelo, con sus palmas en los oídos y sus rodillas contraídas hacia su pecho. Su padre entró al cuarto y se recostó con ella, mientras le brindaba una manta por la noche fresca. 

Idoya estaba ardiendo en fiebre y él ni siquiera lo notó. 

—Lamento que esto te esté causando tanto dolor, princesa, pero verás que cuando todo acabe valdrá la pena. La comunidad será nuestra, nos verán como sus salvadores. Solo tienes que resistir un poco más, mi niña, solo aguanta un poco más. — murmuraba en su oreja, mientras la pegaba más a su pecho, en un burdo intento de poder hacerla sentir como antes. Mientras dejaba un largo beso en su cabellera, Idoya no podía evitar soltar aquellas lagrimas que hacían arder sus ojos. 

—Mis oídos duelen, papá. —su voz sonaba quebradiza e infantil. Tan inocente. 

—¿Qué es lo que sientes? —cuestionó alarmado, levantándose rápidamente del suelo.

—Como si hubiera mucha gente gritando. Hacen que me duela la cabeza. 

—Eso es un efecto común, ya se te pasará. Pero tengo algo que te ayudará, ahora vuelvo. —en tan solo unos minutos, el hombre regresó con unos audífonos de casco y un ipod. Recostó a la pequeña en su cama y le colocó aquel objeto en la cabeza. Sorpresivamente, luego de haberlos encendido, los lamentos de todo el bloque se minimizaron y su audición de concentró más en la playlist de Michael Jackson que se reproducían.

—Audífonos y reproductor. 

Estás loca si crees que te...dejaré hacerlo. —le dijo Jonathan con el ceño fruncido, una vez que vio que ella había captado su atención. Él sabía que esa era la solución, pues él también estuvo ahí esa noche, pero esperaba que la pelinegra no lograra recordarlo. Claro que quería ayudar a mantener a la comunidad a salvo, pero no si eso ponía en peligro a su pequeña. 

Heartless {Carl Grimes}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora