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✶⊶⊷⊶⊷❍ - ❍⊶⊷⊶⊷✶

The other side

Si a Idoya le hubieran contado todo lo que pasaría luego de cumplir seis años, se habría reído de ellos y los habría acusado con su padre por mentir de esa forma. Sin duda, nada de lo que había vivido aquella chica era justo.

Sus juguetes fueron reemplazados por una libreta.

Sus lápices y pinceles los remplazaron con jeringas.

Y su niñez fue arrebatada y cambiada por un encierro tortuoso.

Sin duda, algo muy injusto para una niña tan pequeña. Pero ella no era la única que había sufrido, claro que no, no era la única que contaba con traumas incontables de la infancia.

Cedric vivía en un pueblo pequeño, con su familia igual de pequeña: Su padre era leñador, su madre cocinera de un hostal y, él y su hermanita de 6 años estudiaban.

Al igual que los Winston, Cedric y el resto de los Larson, fingian diariamente su vida perfecta. El padre era un alcohólico abusador, su madre empeoraba gradualmente por el cáncer, y la pequeña Abigail era víctima de burlas díariamente en su instituto. Cedric tenía que lidiar con todo: hacía el trabajo al que su padre no se presentaba por la resaca. Hacía el quehacer completo de su hogar para ayudar a su madre con la carga, mientras también la cuidaba y tomaba su lugar en el hostal algunos días de la semana. Defendía a su hermana de los abusadores de su escuela y la ayudaba con sus tareas.

Cedric tuvo que madurar igual de rápido que Idoya, tuvo que dejar los estudios y concentrarse cien porciento en su familia.

Tal vez esa era la razón por la que ambos sentían una conexión. Si compartían traumas, podrían compartir más cosas, ¿cierto?

Ese chico, Cedric, parece bueno, ¿por qué no me lo has presentado aún? —cuestionaba Jonathan con la cabeza ladeada desde la puerta del baño, mientras observaba a la adolescente colocarse brillo labial, pues hoy saldría a caminar en compañía del antes mencionado.

Ya habían pasado más de tres semanas luego de la cena que él le había preparado, y aunque Idoya haya tratado de alejarlo de las formas más hostiles, él siempre regresaba a su casa con un ramo de flores en mano para pedirle conocerse. No fue tan fácil convencerla, sucedió solo cuando, a pesar de la tormenta que invadía las calles de la Alexandria, el chico no desistió y se quedó ahí frente a su puerta, esperando que ella lo recibiera.

Nadie había luchado tanto por conocerla. Nadie.

—Ni siquiera sabe lo del laboratorio, Johnny, ¿qué esperas que le diga? —dijo mientras salía del baño y emprendía su camino hacia la puerta principal, donde estaba él ya esperando. —¿Hola, te presento a mi mejor amigo muerto? ¡No le diré nada!

—Ya no luzco tan muerto, puedes decir que soy de Rusia y por eso... luzco tan pálido.

—Claro, y luego cuando me pregunte por esa mordida en tu cuello sin sanar le diré que fue un mapache. ¡Qué idea tan espléndida!

—No me gusta que uses tu sarcasmo conmigo, sólo es divertido cuando... lo haces con alguien más. —contestó mientras frenaba en el pasillo y la miraba despectivamente.

—Lo siento, Johnny. Es solo que no es el momento, cuando llegue lo traeré y dejaré que preparen juntos la cena para que se conozcan más, ¿de acuerdo? — el hombre asiente, y la joven, dando la conversación por terminada comienza a bajar las escaleras hasta que él habla a sus espaldas.

—¿Has hablado con Carl?

—No hay nada que tengamos qué conversar. —dice, luego de segundos en silencio. No esperaba para nada su mención.

Heartless {Carl Grimes}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora