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Semanas después, Ana se encontraba bañandose y se arregló como de costumbre, para después salir un rato a la orilla del lago, con un té y disfrutar del paisaje y lo cristalina que era el agua del lago.

Decidió que debía visitar a su abuela, desde la boda que no la visitaba, aprovecho que su esposo seguia dormido y salió a la tumba de su abuela.

Llegó y noto que todo seguia igual, las cartas estaban un tanto desordenadas por el viento y las rosas estaban marchitas, como en su cuarto crecían las Cataleyas, le llevo unas cuantas y las otras las enterró cerca de ahí. Habló con su abuela de como le había ido esos últimos días, la boda de Antonio, lo que paso con su esposo y como estaba su hija, lo normal de cada día. Decidió que era momento de leer cada carta que le había escrito y así lo hizo.

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𝐴𝑏𝑢𝑒𝑙𝑎,
𝑎𝑏𝑢𝑒𝑙𝑎 𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑚𝑒𝑟𝑒𝑐𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑡𝑒 𝑙𝑎 𝑑𝑖𝑔𝑜 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑜 𝑚𝑒𝑟𝑒𝑧𝑐𝑜 𝑠𝑒𝑟 𝑡𝑢 𝑛𝑖𝑒𝑡𝑎.

𝐸𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑜𝑑𝑖𝑒𝑠 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑜 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑙𝑜 ℎ𝑎𝑔𝑎, 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎.

𝐸𝑛 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑜 𝑦𝑜, 𝑦𝑜 𝑡𝑒 𝑜𝑑𝑖𝑎𝑏𝑎 ℎ𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛𝑑𝑖 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑒𝑟𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑖𝑏𝑎 𝑎 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟 𝑦𝑜 𝑦 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜, 𝑒𝑚𝑝𝑒𝑐𝑒 𝑎 𝑞𝑢𝑒𝑟𝑒𝑟𝑡𝑒.


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𝑨𝒍𝒎𝒂,
𝒏𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒚 𝒐𝒓𝒈𝒖𝒍𝒍𝒐𝒔𝒂 𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒕𝒖 𝒏𝒊𝒆𝒕𝒂, 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒐 𝒎𝒆𝒏𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒆𝒂𝒔 𝒎𝒊 𝒂𝒃𝒖𝒆𝒍𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒚 𝒐𝒓𝒈𝒖𝒍𝒍𝒐𝒔𝒂 𝒅𝒆 𝒎𝒊 𝒑𝒐𝒓 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒊𝒓 𝒂𝒅𝒆𝒍𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒚 𝒅𝒆 𝒕𝒊 𝒑𝒐𝒓 𝒏𝒐 𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒓𝒕𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒆𝒏 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒔𝒊𝒃𝒍𝒆.

• Dolor de alma •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora