Cap. 2 Suspiros de una rosa

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La alegría que sentí al ver la sonrisa de satisfacción en el rostro del señor Alastor tras la cena llenó mi corazón de entusiasmo y determinación. Con paso ligero y decidido, llevé la vajilla al fregadero y me apresuré a subir al segundo piso para preparar su baño. Mientras ascendía las escaleras, mi mente ya se encontraba proyectando el desayuno del día siguiente, anticipando los gustos del amo de la morada.

El ambiente denotaba serenidad, solo interrumpida por el suave tarareo de una canción olvidada que escapaba de mis labios y por mis pasos que resonaban ligeramente en el silencio. Al llegar al baño, comencé colocando las toallas y ropas de él sobre una canasta y dejando otra para su ropa sucia, también saqué de un mueble unos fósforos para encender el calentador de bronce cercano a la bañera.

Mientras esperaba a que el agua estuviera lista, prepare las lociones y jabones para él, el aroma delicado de las esencias perfumadas impregnaba el aire, creando una atmósfera de confort y lujo sutil, soy consciente de la importancia de mantener todo perfecto. Debía realizar adecuadamente mi nuevo papel como esposa.

En cuanto todo parecía estar listo, abrí el grifo de la bañera y mientras esta se llenaba, me puse de cuclillas al lado de la misma, arremangué las mangas de mi vestido para comprobar la temperatura del agua. Pero el tiempo parecía detenerse en ese instante, al mirar mi mano izquierda con atención, más específicamente el reluciente anillo de oro en mi dedo anular. Sonreí con tristeza y abracé fuertemente mi mano contra mi pecho.

Por fin aquella preciada reliquia familiar había llegado a mí, pero, la situación y motivo me hizo sentir dolor y cerré los ojos, solo podía pensar en la partida apresurada de mis padres a Francia, apenas unos días después de mi matrimonio. Pero sobre todo en mi mente estaba el recuerdo de cómo solicite por voluntad propia un matrimonio.

Esa mañana, miraba el retrato familiar como lo hacía todos los días, esperaba sentirme orgullosa de la decisión que había tomado apenas unas horas atrás. Sin embargo, contemplar la representación de esa completa perfección al óleo que siempre me había llenado de felicidad, por primera vez me dejó con una sensación de vacío.

Desvié la mirada de la pintura colgada en el pasillo y dirigí mi atención al otro lado del lugar, donde se ubicaba el comedor. Y tomando una profunda bocanada de aire decidí acercarme y al abrir con cuidado la puerta, me encontré de inmediato con la presencia de mis padres: S. Lucifer Magnes y Lilith Magnes.

"Ahí está mi princesa, buenos días, cariño" me saludó alegremente mi padre mientras me aproximaba a tomar asiento a su lado y frente a mi estaba mi madre.

"Mamá, papá, buenos días a los dos" devolví el saludó cariñosamente con una sonrisa mientras tomaba una servilleta cuidadosamente doblada en la mesa y la acomodaba en mi regazo.

"Buenos días, mi amor" comentó por fin mi madre quien bajó cuidadosamente su taza de té y sonrió.

Sus rostros reflejaban fatiga que disimulaban tras sus sonrisas perfectamente ensayadas, era doloroso e incómodo que continuarán tratando de mantener las apariencias después de la impactante noticia sobre la caída de la bolsa. Antes de que pudiera articular palabra, el personal de la cocina irrumpió en la habitación entrando por otra puerta, como era costumbre, con platillos extravagantes.

Aunque el desayuno fuera considerado la comida más importante del día, solo me bastó con verlo para sentir cómo mi estómago se contraía y mi paladar perdía cualquier sensación de querer siquiera probarlo.

El plato era "Salade d'endives et fromage bleu" mencionó el chef con total orgullo mientras se alejaba haciendo una reverencia y finalizando con la frase "bon appétit" mientras todos salían y nos dejaban a la familia a solas.

GARDENIAS BLANCAS Y ROJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora