Luisiana-Nueva Orleans, 1930.
El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo con una luz naranja y rosa sobre las calles adoquinadas. Conforme la tarde avanzaba, la ciudad comenzaba a despertar, impregnada de la energía vibrante y brillante que caracterizaba mi adorada ciudad y la hacía lucir como un carnaval.
Mientras los faroles comenzaban a encenderse, las melodías improvisadas llenaban gradualmente el aire con una atmósfera de celebración, mientras los transeúntes se movían al compás de la música, sumergidos en la efervescencia del momento. Los colores vibrantes de los edificios históricos y los balcones adornados con encaje y flores añadían un curioso toque de magia al lugar.
Justo en medio de este espectáculo, se alzaba mi lugar de trabajo: la estación de radio principal de Nueva Orleans, un edificio de piedra imponente que irradiaba una sensación de historia y misterio. Me dispuse a salir por la puerta principal ni bien termino mi jornada de trabajo, limpie con un suave ademán mi traje de tonos cafés, y me cubrí con mi abrigo y sombrero de fieltro, ya que últimamente hacía algo de frío, seguidamente me mezcle en el ambiente con pasos firmes y postura imponentemente erguida, llevando mis manos tras mi espalda y siempre manteniendo mi sonrisa.
Las calles adoquinadas serpenteaban mi camino, flanqueadas por antiguos edificios de arquitectura criolla y exuberantes jardines tropicales. Las sombras alargadas de los árboles danzaban en la acera, proyectando un juego de luces y sombras que añadía un toque de misterio en mi camino de regreso a casa.
Me deslizaba entre la multitud, observando en silencio el mundo a mi alrededor lleno de vida y color. Con cada paso, me alejaba un poco más del inicio del frenesí de la noche, con tarareos alegres y sencillos aborde el tranvía y llegue a las afueras de la ciudad, caminando en medio de la noche a la luz de los faroles más lejanos.
Llegando por fin cerca del bosque continúe por un camino de tierra y musgo, mientras poco a poco los sonidos de las criaturas nocturnas comenzaban a llenar el ambiente a mi alrededor, pronto divise mi hogar, una pequeña y recién pintada y mejor acomodada cabaña de roble, note las luces y la chimenea encendidas, ya que la última despedía un humo suave, anunciando que había sido encendida no hace mucho.
Subí por las escaleras principales hasta llegar al pórtico, desde el otro lado de la puerta ya podía escuchar el sonido de una suave sinfonía que me daba la bienvenida: Giselle. Sacando mis llaves del abrigo proseguí a abrir la puerta, tan solo al entrar el aire estaba cargado de expectación, pues cada día era una incógnita, una oportunidad para descubrir qué sorpresa me aguardaba y esta vez no fue la excepción.
En cuanto entré, me topé directamente con la visión de una mujer de piel blanca, vestía un vestido largo color azul pavo real, de mangas largas y abullonadas, cabellera dorada recogida en un rodete, que practicaba pequeños pasos de ballet con gracia y elegancia, ajena a mi presencia. La observé con paciencia y diversión recargándome sobre el marco de la puerta. Era fascinante cómo ella seguía desafiando mis expectativas.
Cuando la música cesó, ella finalmente notó mi presencia, se detuvo abruptamente, visiblemente avergonzada y no pudo evitar que sus mejillas se encendieran en un notable sonrojo que contrastaba con su piel.
"Señor Alastor, bienvenido" Saludo mientras apagaba el recién adquirido tocadiscos con rapidez, como si el simple acto de ser descubierta la sumiera en un mar de timidez.
"Buenas noches querida" la salude tranquilamente, colgando mi abrigo y sombrero de fieltro en el perchero con un gesto tranquilo "Charlotte, está bien no tienes que detenerte", murmure con picardía, cerrando la puerta detrás de mí y acercándome a ella con pasos lentos y tranquilos.
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GARDENIAS BLANCAS Y ROJAS
FanfictionEl telón se abre, el corazón del escenario se ilumina, dos figuras emergen de las sombras, cada una cargando consigo el peso de su propia existencia. Alastor Anderson, un enigmático locutor de radio, y Charlotte Magnes, la hija única de una familia...