Me desperté con el sol filtrándose a través de las cortinas, la suave luz iluminaba la habitación por completo. Al principio, parpadeé un par de veces, aún medio adormecido por el sueño, pero sin dejar caer mi sonrisa, luego me froté los ojos lentamente.
Mis gafas estaban convenientemente colocadas en la mesita de noche a mi lado, así que las tomé y las coloqué con cuidado sobre mi rostro, miré el reloj de péndulo colgado en la pared frente a mí, marcando las siete de la mañana.
Volví a mirar la mesita donde estaban mis gafas, y miré el anillo de oro. Tomándolo de forma automática y poniéndomelo lentamente, era una incómoda sensación de presión sobre mi dedo anular a la que ya me había acostumbrado y por más que deseara dejar en casa ese símbolo de encadenamiento, no podía, porque ese solo acto podría levantar sospechas. Es sin duda alguna molesto.
Después de unos instantes espabilé por completo, me dirigí al armario y elegí mi atuendo con el mismo cuidado y elegancia de siempre. Era el primer sábado del mes y mi día libre lo que significaba que luego del almuerzo debía atender personalmente mis asuntos como inversionista de varios negocios alrededor de la ciudad.
Al salir de mi habitación, noté de inmediato que la puerta del cuarto de Charlotte estaba abierta, indicando que había madrugado y el sonido lejano de una canción de Jazz que venía del primer piso me lo confirmó.
Antes de bajar las escaleras, decidí pasar por el baño para arreglarme un poco más. En cuanto abrí la puerta, el cálido ambiente templado y el sutil aroma a agua de rosas me recibió, y el cesto de mi ropa de ayer ya no estaba. Reí para mis adentros y solo me peiné con meticulosidad frente al espejo, y luego miré mi cepillo de dientes, tardé unos segundos pensándolo.
Pronto, ya estaba cepillándome, si bien realmente me considero alguien indudablemente cuidadoso en cada detalle de mi persona, a veces simplemente olvidaba la higiene dental. Cuando termine, por fin baje las escaleras.
Al entrar al comedor, me recibió el ambiente delicado del Jazz que brotaba de la radio, era West end blues del buen Louis y el delicioso aroma a café tostado y Grits con mantequilla que inundaba el aire. Charlotte estaba de espaldas, vestida con su vestido rojo adornado con motas blancas, moviéndose con su gracia natural, mientras preparaba el desayuno.
Sus movimientos eran tan fluidos, como si contuviera las ganas de bailar, como lo había hecho el día anterior al ritmo del ballet, por lo que no pude evitar saludarla con intención maliciosa "¡Bonjour, ma chérie!" dije en francés.
Al mirar cómo daba un respingo como respuesta no pude evitar sonreír internamente, su reacción me hizo sentir satisfecho y quise reír. Anticipando su reacción de molestia y sus mejillas coloradas antes de girarse hacia mí solo pude ensanchar mi sonrisa, listo para deleitarme de su ceño fruncido cargado por la vergüenza de mi repentina presencia.
"Señor Alastor ¡buenos días!" respondió con su habitual gentileza, su mirada reflejaba serenidad "El desayuno está listo, hoy son Grits. Enseguida le sirvo su plato" añadió mientras bajaba el volumen de la radio y sin perder la compostura, que en los últimos meses le costaba mantener y que tanto me divertía.
Cuando servía el humeante café y algunos de los Grits para los dos, note que lucía radiante. "Luces más encantadora que de costumbre hoy querida, ¿Hay algo interesante que quieras compartir?" pregunte con curiosidad, mientras observaba como ella agregaba azúcar y leche a su taza.
Me miró con sorpresa, pero luego sonrió con timidez. "Bueno, solo dormí muy bien anoche" sonrió y esta vez ese tono rosado en sus mejillas se hizo presente al mismo tiempo que nos sentábamos a la mesa.
Con esas palabras entendí que no deseaba profundizar en el tema, así que asentí con naturalidad "Entiendo, eso es maravilloso" comenté, dejando que mi pregunta se desvaneciera mientras tomaba mi taza de café sin ningún agregado que arruinara su agradable sabor amargo y tostado, disfrutando así del desayuno y de la atmósfera tranquila de la mañana.
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GARDENIAS BLANCAS Y ROJAS
FanfictionEl telón se abre, el corazón del escenario se ilumina, dos figuras emergen de las sombras, cada una cargando consigo el peso de su propia existencia. Alastor Anderson, un enigmático locutor de radio, y Charlotte Magnes, la hija única de una familia...