Cap.6 Ecos, secretos y miradas

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Ponerme al día con el excéntrico Sestil me tomó más tiempo del previsto, pero valió la pena. Después de nuestra reunión de negocios, reservé un momento para disfrutar de una comida en el elegante restaurante llamado 'El Paraíso'.

Aunque inicialmente consideré comer en un lugar más modesto a las orillas del rio misisipi, decidí probar la calidad de este restaurante para asegurarme de que fuera adecuado para el día de mi salida con Charlotte. El ambiente y la comida resultaron ser bastante satisfactorios, aunque el personal parecía un tanto agitado y nervioso para mi gusto.

El metre, de nombre Pedro, no era exactamente la persona con la que preferiría tratar, pero debo admitir que todo fue excelente y me dejó completamente satisfecho. A pesar de ello, resignarme a la idea de ser atendido por el nuevamente me resultaba algo frustrante. Era evidente que él reaccionaria exageradamente amable al ver a un 'matrimonio', lo cual me incomodaba.

Al salir del restaurante, noté que la tarde caía suavemente, casi rozando el ocaso. Consulté mi reloj y vi que aún era temprano, así que decidí darme un capricho. Necesitaba un trago, y me encaminé hacia lo que solía ser Storyville. Como si la caída de la bolsa no fuera suficiente en estos momentos, la ciudad entera estaba sometida a la 'ley seca', que privaba a la lengua y garganta del dulce néctar etílico, además de las penalizaciones a los burdeles que obligaban a los establecimientos a estar cuidadosamente 'escondidos'.

Sin embargo, todavía quedaba un lugar donde la vida clandestina cobraba vida por las noches: La calle Bourbon. Aunque era un secreto a voces que ese lugar era sin duda un punto de concentración de la ilegalidad y del derroche de dinero dedicado al placer mundano, y la policía aprovechaba económicamente bien la situación de los negocios de manera oportunista.

Caminé con cautela por la calle hasta llegar a un callejón pequeño y estrecho, custodiado por un vigilante. Bastó con levantar ligeramente mi sombrero de fieltro para que me reconociera y me permitiera entrar por la puerta de madera desgastada. Pasé por el pasillo oscuro, apenas iluminado por una bombilla que parpadeaba intermitentemente. Pronto, algunas mujeres recargadas en las paredes me llamaban con claras insinuaciones sexuales, pero las ignoré y continué mi camino, lo cual provocó respuestas agresivas y vulgares en un lenguaje nada refinado por su parte. Solo reí.

Cada paso que daba hacía que la melodía del jazz resonara más cerca, lo que me hizo sonreír con mayor satisfacción. Al levantar una pesada cortina de terciopelo, me encontré de lleno con un ambiente totalmente distinto al exterior. Era un mundo de pecaminosidad y vicio desenfrenado.

El interior estaba decorado con cortinas de terciopelo rojo y dorado que caían en cascada desde el techo hasta el suelo, creando rincones íntimos y sugerentes que las empleadas usaron más tarde para dar sus servicios a clientes al azar. Las mesas estaban iluminadas por velas titilantes, arrojando destellos de luz sobre copas de cristal tallado y botellas de licores exóticos.

El aroma embriagador de tabaco y perfume se mezclaba en el aire, mientras la música jazz suave y seductora flotaba desde un rincón, interpretada por una banda en vivo de músicos amateur talentosos. En el escenario principal, cortinas de seda se entreabrían para revelar a las artistas del burlesque de la noche.

Los clientes, ocultos bajo sombreros fedora y boas de plumas, observaban con deleite el espectáculo. El ambiente estaba cargado de energía sensual y liberadora, donde las inhibiciones se desvanecían y el arte del encanto se celebraba en toda su gloria clandestina.

Pero a diferencia de todos estos pecadores sin medida, lo que me traía a mí a este agujero negro, era el buen alcohol que, a pesar de las restricciones de las autoridades, empezaba a circular hace unos meses. Con pasos firmes, me dirigí a la barra sin prestar atención al espectáculo de las doncellas en el escenario, tomé asiento y golpeé el mueble de madera con mis nudillos para llamar la atención del cantinero.

GARDENIAS BLANCAS Y ROJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora