Cap. 10 Cielo nocturno

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Arrojé mi ropa con frustración al cesto del baño, abrí la llave del agua fría y comencé a fregar frenéticamente mi piel. La pegajosidad me resultaba inquietante, y la cálida caricia de Charlotte en mi mejilla no había hecho más que exacerbar mi agitación. Ahora, en la privacidad del baño, mi mente me obligaba a recordar cómo, con inocencia, ella se había acercado a mí, pensando que solo había matado a un animal para la cena. '¿Acaso desolló un animal por su cuenta?'. Y como una maldición, su imagen volvió a invadir mis pensamientos. Esta vez, ella estaba frente a mí, tomando la carne cruda que tenía en la bandeja y comiéndola con una inocencia y satisfacción perturbadoras. 'Delicioso,' murmuraban sus rosados labios mientras se relamía, mirándome intensamente.

"Mierda," maldije, cerrando la llave del agua helada. Aunque mi cuerpo estaba frío, el calor interno era insoportable. Me acerqué al espejo del baño y miré mi reflejo, apretando el fregadero con fuerza. De repente, la imagen comenzó a distorsionarse, dando paso a la ennegrecida forma de mi sombra, que se burlaba de mí con gestos obscenos.

"Cállate," susurré con frustración. Mis ojos se tornaron de un rojo carmesí mientras mi sombra continuaba gesticulando y burlándose. "Pudrete. Tú solo estás en mi cabeza," murmuré, odiando la voz que susurraba en un lenguaje que solo yo podía entender.

"¿De qué mierda hablas? ¿No te bastó con hacerme disfrutar de la carne humana? Ahora estás tratando de..." apreté mis sienes, sintiendo cómo la presión aumentaba. La sombra vudú señalaba insistentemente hacia la puerta, sus palabras perforaban mi conciencia como un susurro seductor y mortal.

'Ella te quiere. Ella te desea. Tómala,' las palabras serpenteaban en mi mente, y sentí cómo mis manos temblaban, clavándose en la piel de mis piernas. "Déjame en paz," susurré mientras salía rápidamente del baño envuelto en mi toalla. Nunca antes había sentido tanta frustración por aquella voz. Disfrutaba cuando me incitaba a matar, pero ahora su espesa y desagradable melodia me resultaba insoportable.

'Charlotte también está ansiosa,' insistía la voz, agolpando mis pensamientos. "Cállate," repetí, cerrando la puerta del baño con fuerza, como si eso pudiera alejarla. Me puse el primer conjunto de ropa que encontré, pero cada botón que abrochaba hacía que mis manos temblaran más. "Debo comer," jadeé, consciente de que mi trato con el ente exigía carne y almas para apaciguarlo. Aún no había realizado el ritual con el alma del desgraciado en el sótano, y solo podía calmar mi sombra con comida. "Debo comer," repetí mientras salía de mi habitación.

Cada paso hacia la cocina parecía empujarme más hacia la tentación. Al llegar, fui recibido por el cortés saludo de Charlotte. "¿Pasa algo, señor Alastor?" Su voz dulce e inocente me estremeció. La miré directamente, pero ella apartó la mirada rápidamente, con un rubor que teñía sus mejillas. Me di cuenta de que ni siquiera me había secado correctamente. ¿Qué me estaba pasando?

'Ella se ve deliciosa, ¿no lo crees?' La voz inundó mi mente nuevamente. Estaba perdiendo la cordura rápidamente, y solo pude recargarme sobre el umbral de la cocina, sintiendo cómo mi presión cardíaca aumentaba. Estaba experimentando los deseos mundanos que mi madre me había advertido, deseos que había logrado evitar con la ayuda del ente de mi sombra. Pero ahora, después de no comer, la voz se burlaba de mí. 'Pudiste seguir comiendo carne cruda hasta saciarme, ¿pero por qué no lo hiciste?'

Desesperado, miré la espalda de Charlotte. "Le preparé un Sazerac," dijo tímidamente, su voz aumentando en mí una sensación de necesidad reprimida. Era insoportable que justo hoy esto se sintiera más doloroso. La última vez que me sentí así, me alejé de ella y me dispuse a comer la carne cruda de aquellas mujeres estafadoras de discapacitados en el sótano. ¿Qué había cambiado?

"Está ahí," me sacó de mis pensamientos con su tierna voz, señalando un vaso de cristal con la bebida sobre la mesa. Ella continuaba sin mirarme, ocupándose en preparar la comida. La voz seguía riéndose dentro de mi cabeza, insistiendo en susurros que sólo yo podía escuchar.

GARDENIAS BLANCAS Y ROJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora