La sangre se me helaba al percibir una fría presión empujando contra mi espalda. Me quedé inmóvil, había visto a papá cazar varias veces para reconocer lo que era: el cañón de un arma de fuego.
Empecé a temblar. Era el hombre del tranvía de esa mañana. "¿Creíste que te libraste de mí, zorra?" cuestiono con ira mientras me tomaba del brazo con fuerza, estaba en peligro e instintivamente comencé a forcejear con él mientras me arrastraba dentro de la casa. Lo arañe, patee y lo mordí en la muñeca, solo para que soltara el arma, y sin perder la oportunidad la arroje por la ventana.
"¡Maldita puta!" Me tomó con fuerza y me arrojó con brusquedad contra la esquina de la pared, el dolor recorrió todo mi cuerpo, como un hormigueo insoportable, pronto él estaba sobre mí, golpeándome en el rostro mientras trataba de quitarme la ropa.
El nudo en mi garganta, atado por el miedo, me impedía rogar y suplicar desde lo más profundo de mi ser. Todo lo que anhelaba era gritar, '¡Alastor, ayúdame!'
Me desperté con la respiración agitada, las sábanas estaban frías y empapadas de sudor y la luz matutina filtrándose suavemente en la habitación, todo parecía difuminado a mi alrededor. Froté mis ojos con lentitud, me senté en la cama sintiendo mi cuerpo exhausto a pesar de haber dormido profundamente. Solo eran los recuerdos de anoche los que persistían.
Respiré profundamente y de inmediato revisé bajo mi almohada, recordando la carta que había olvidado leer. Suspiré mientras acariciaba el papel antes de guardarla de nuevo. Eran las ocho de la mañana. Sentí vergüenza al pensar que el señor Alastor se había ido a trabajar sin desayunar debido a que me quedé dormida.
Me levanté lentamente, sintiendo dolor en el pecho. Sabía que Alastor no podía descuidar su trabajo por mí. 'Solo prepárate para el día, Charlotte', me dije a mí misma. El agua tibia con aroma a rosas revitalizó mi cuerpo, aunque la idea de estar sola en casa seguía haciéndome sentir insegura.
¿Cómo podía un día tan agradable convertirse en un infierno en cuestión de minutos? ¿Podría haber muerto? Observé mi reflejo en el espejo al salir de la ducha; la hinchazón había disminuido, pero ahora los moretones eran más evidentes.
Decidí ocultar las marcas con maquillaje, evitando ver las huellas que aquel hombre había dejado. No quería pensar en ello. Cerré los ojos con fuerza, aferrándome al lavabo, pero como si fuera una maldición, los recuerdos volvieron a mí.
Mi respiración se agitó, y mis piernas temblaron sin control. Me sentía impotente, con el estómago revuelto y las ganas de vomitar acechándome.
Sin embargo, en medio de esa angustia, la cálida sonrisa del señor Alastor inundó mi mente. Recordé su profunda y grave voz acariciando mis oídos, su aroma a tabaco y menta en las mañanas, y cómo llegó justo cuando más lo necesitaba. Pensé en sus brazos cálidos y fuertes sosteniéndome mientras subíamos las escaleras, y el suave roce de sus dedos al curarme.
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GARDENIAS BLANCAS Y ROJAS
FanfictionEl telón se abre, el corazón del escenario se ilumina, dos figuras emergen de las sombras, cada una cargando consigo el peso de su propia existencia. Alastor Anderson, un enigmático locutor de radio, y Charlotte Magnes, la hija única de una familia...