Un arete y una promesa

197 11 1
                                    

Regalo. Regalo. Regalo.

Esa palabra rondaba en la cabeza de Zoro una y otra vez mientras descansaba a la sombra de los árboles del Sunny. ¿Qué se le puede regalar a un principito mujeriego consentido? El rubio lo complicaba todo y no me mal entiendan, no es que Sanji sea malagradecido, al contrario, el idiota valora y se emociona con cada cosa que le dan. Le podrías regalar una pelusa que encontraste debajo de tu cama, pero si viene una intención dulce de fondo, será capaz de atesorar esa jodida pelusa más que a nada en este mundo, por lo que llega un punto en que regalarle algo realmente significativo sea una tarea muy difícil. Al menos así lo cree el espadachín.

El cumpleaños del rubio se acercaba y todos los sombreros de paja se habían estado preparando para la fecha. En realidad, ya todos tenían listo el regalo que le darían a su cocinero... todos menos uno y eso lo tenía más estresado de lo que le gustaría reconocer.

Había buscado minuciosamente en las últimas islas en las que habían atracado, siguiendo al rubio con la excusa de ayudarle a cargar las compras de vuelta al Sunny, sin embargo, seguía sin encontrar nada y para este punto, realmente dudaba que lograría hacerlo.

— Bien, Sanji, ¿qué vas a querer comer para tu celebración de mañana? Robin, Usopp y yo nos encargaremos de todo — escuchó decir a la navegante, sentada junto a la pelinegra bajo una sombrilla.

— En realidad, mi hermosa Nami, nada me haría más feliz que encargarme yo mismo del banquete de mañana — habló el cocinero, entregándole a ella y a Robin su refrigerio de medio día, el cual consistía en fruta bellamente cortada en forma de corazones.

— Nada de eso, es tu día, debes descansar y disfrutar solamente de ti.

— Después de haber estado separados por tanto tiempo y todo lo que pasó después...

Dos años separados, Whole Cake Island y Wano, tantas cosas que habían pasado. Definitivamente no hubo tiempo de festejar ningún cumpleaños como era debido.

— Nunca he acostumbrado a festejar mi cumpleaños realmente, pero me hace ilusión festejar con todos ustedes esta vez y poder servirles la comida que más me gusta, hecha por mí. Eso de verdad me haría muy feliz — y entonces Nami vio un brillo en la mirada de Sanji que tenía tiempo que no veía.

— Ugh, no puedo negarme si me lo dices así — se quejó, metiéndose un pedacito de manzana a la boca — haz lo que quieras, pero eso no evitará que tratemos de mimarte en todo lo que podamos.

Sanji sonrió ampliamente y asintió efusivamente. La relación de ellos dos había cambiado notablemente después de los sucesos de Whole Cake Island. Si bien, el rubio seguía desviviéndose y haciendo el tonto por la joven, había cierto dejo de complicidad entre ellos dos.

— Oye, Marimo, has estado más pensativo que de costumbre, creo que incluso está oliendo a quemado de tanto uso que le estás dando a tu pobre cerebro de alga.

Una voz lo saco de sus pensamientos y el olor a cigarro se hizo presente. Vio al cocinero tomando asiento a un lado de él, recargando su espalda en el árbol y poniendo un platito lleno de fruta en medio de ellos dos.

— Ni siquiera te he visto durmiendo siestas, ¿está todo bien?

— Solo pensaba que cada vez te haces más viejo — habló amortiguadamente, llenando sus mejillas de la fruta servida.

— Todos, así funciona el tiempo y no te lo acabes todo, también son para mí, idiota — renegó, alejando el plato.

La relación de la navegante y el cocinero no era la única que había cambiado. Sucedió en Wano, después de que Sanji le hiciera prometer que acabaría con él si no volvía a ser el mismo.

Balada de Cigarros y Espadas [ZoSan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora