Tenemos que hablar (pt. 2)

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Un golpe seco se escuchó en la habitación de los hombres. Sanji abrió un ojo con dificultad, pues los párpados le pesaban y los ojos le ardían. Levantó su cabeza tratando de identificar el origen del sonido que lo despertó. Luffy se encontraba de cara contra el suelo aun roncando, seguro se había caído de su cama.

Trató de pasar saliva, sintiendo la garganta más seca que nunca. Su cuerpo se sentía como si una carreta con mil vacas la hubiese pasado encima. Ugh, hace mucho que no tomaba tanto como la noche anterior.

Uhm, la noche anterior...

Oh, Dios mío, ¡la noche anterior!

Se sentó de golpe, alterado por los recuerdos que llegaban uno a uno de lo que había sucedido hace tan solo unas horas. Un dolor amartillo contra su sien izquierda.

Era por eso que él no tomaba más allá de sus límites. Siempre salía a flote todo aquello que reprimía. Creyó firmemente que esta vez sería diferente y podía relajarse y beber tranquilo con sus amigos. Ah si, excelente idea, grandísimo idiota.

Desde hacía un tiempo que el marimo le había llamado la atención. Es decir, el hombre se la pasaba paseando todo el día sin camisa o algo que lo cubriera lo suficiente. Joder, que hasta con su saco verde tenía el pecho al aire todo el tiempo. Y él no era más que un simple humano que no fue capaz de hacerse el tonto por mucho tiempo más.

Aunque muy dentro de él estaba seguro de que había logrado reprimir todo eso lo suficiente como para poder relajarse sin temer a exponerse de esa manera. Vaya que estaba equivocado y claro que tenía que hacerlo de la manera más imprudente posible. Lanzársele a los besos a la primera oportunidad. Tuvo suerte que Zoro no lo hubiera molido a golpes ahí mismo y no lo habría culpado si lo hubiese hecho.

Después recordó los últimos momentos de la noche. Las palabras reconfortantes de Zoro y la actitud tan dócil que jamás había visto en él.

Y si mañana al despertar te das cuenta de que no quieres esto, entonces aquí no habrá pasado nada y todo seguirá como antes, yo estaré bien con lo que decidas.

Bueno, al final le había devuelto el beso, ¿verdad? Y le había dejado la decisión de que rumbo tomaría todo aquello. Eso quería decir que el marimo estaba abierto a la posibilidad de... un algo. ¿Tenía siquiera un poco de sentido lo que estaba pensando en esos momentos? ¿Será que Zoro también... ?

Un ronquido proveniente de Usopp lo saco de su trance. Giró su vista hacia el reloj que tenían colgado en una de las paredes del cuarto. Seis de la mañana. Era más tarde de lo que acostumbraba a levantarse, pero por el ajetreo del día anterior dudaba mucho que alguien despertara dentro de poco.

Por mucho que quisiese seguir devanando su cerebro en cuanto a la relación del cerebro de alga y el, aún tenía deberes como cocinero de la tripulación.

Como pudo se puso de pie y arrastró su cuerpo fuera de la habitación, sintiendo sus huesos tronar y sus músculos renegar con cada paso que daba. Le urgía darse un baño para poder revivir, además de que sentía que apestaba.

Una vez aseado y cambiado, se dirigió a su amada cocina. Cada vez que salía o entraba de algún lugar asomaba su rubia cabeza primero, asegurándose que Zoro no se encontrase por la zona. Seguro seguía en el nido de cuervo, bien. No es que lo estuviese evitando como tal, solamente que aún no estaba listo para enfrentarlo a solas, sobretodo sin haber podido pensar aún las cosas y poder tener una conversación con el espadachín acerca de lo ocurrido.

Ya habiéndose asegurado de que la cocina estaba libre de él joven musgo, se dispuso a preparar el desayuno. Unos omelettes, hotcakes y fruta, seguro caerían bien a sus estómagos para pasar la resaca. Puso agua a hervir para hacerse un café para él y para aquel que también quisiera uno o un té.

Balada de Cigarros y Espadas [ZoSan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora