Julia
Mientras termino de arreglarme en tiempo récord, le platico rápidamente como fueron las cosas, tengo toda su atención, hasta aquí puedo escuchar lo rápido que va procesando su cerebro la información que le doy. No alcanzamos a entrar en conclusiones ya que estamos súper retrasadas en tiempo y nuestro amigos ya esperan con los pasteles y cafecito en la cafetería.
Llegando me vuelven a cantar las mañanitas y hacen que le sople a las velitas del pastel. Tuvieron la decencia de poner una velita con la forma de signo de interrogación, según ellos, es para no saturar el pastel con las 39 velitas que corresponde a los años que estoy cumpliendo.
Comienzo a repartir las rebanadas y le damos a todo mundo, hasta las señoras que atienden la cafetería, las cuales son adorables con todos, en particular hay una señora que me parece muy linda, se llama Lupita. Es de las señoras con cara redondita y sonrisa eterna que te hacen platica de todo y que también te dan la sensación de confianza, a todo mundo le hace recomendaciones y hasta tecitos nos prepara para cuando no aguantamos el dolor muscular. No puede ver a nadie con poquito resfriado porque ya nos tiene preparado en té con dos pastillas de ibuprofeno, además de que nos manda a casa, casi casi pide al señor de seguridad que nos saque del local. A ella le llevamos una muy buena porción de pastel de chocolate, sabemos que es su favorito.
-Tenga Lupita, aquí está su pastelito – Le llevo la rebanada doble de pastel.
-¡Madre mía, muchacha!, pero tú quieres que engorde o que – Los ojitos color miel que tiene le brillan como niño al que le das una bolsa llena de dulces. La recibe muy gustosa.
-Hoy todos vamos a romper la dieta, Lupita. No se sienta culpable.
-Ni hablar, niña. Ya los estaré alcanzando mañana allá abajo, para dejarme la piel y las lonjas en esos aparatos monstruosos que cargan. – Yo me parto de la risa – Igual y hasta agarro un cuerpecito de Barbie así como el de ustedes.
Me sigo riendo cuando escucho una voz deliciosamente ronca a mi espalda. Por estar chismeando con Lupita, no vi cuando entro a la cafetería Darío.
-No estaría mal, Lupita. Si quieres yo te entreno. –Al parecer está al tanto de nuestra pequeña plática.
-Tú lo que quieres es que aprenda a dar chingazos como tú, pero ya te dije que yo soy mujer de paz, a mi déjame las negociaciones, hijo. – Darío se ríe. Alcanzo a percibir algo de complicidad entre ellos dos.
-Como quieras, luego no te quejes que es demasiado pastel... es más, compárteme. – Darío hace como que va a alcanzar el plato, pero Lupita es más rápida y lo quita. Yo me encuentro en medio de los dos, muy divertida con lo que hacen.
-¡Deja mi pastel! Si quieres, pídele a Julia una rebanada, pero antes que eso, felicítala por su cumpleaños, no seas sinvergüenza.
-Eso ya lo hice hace un momento, ¿Cierto Julia? – Me guiña un ojo y a mi se me sube el color a la cara, Lupita no lo pasa desapercibido y su mirada se alterna entre Darío y yo. – Pero no tengo problema en darte más abrazos, al contrario, es todo un placer.
¡Que calooooorrrrr! Pero aún así, la oferta de los abrazos extra la tomaré después.
-Claro, ya me dio mi abrazo Lupita. Hasta ahorita no ha sido un sinvergüenza conmigo, vamos a ver después como se porta. – No creo que esperara esa respuesta, porque sus ojos se abren casi imperceptiblemente a modo de sorpresa – Voy por tu pastel.
Me dirijo a la mesa por otra rebanada de pastel y se la llevo a Darío que está recibiendo un jugo de Lupita, ese que Diario se lleva a su mesa del rincón. Le extiendo la rebanada de pastel y mágicamente Lupita se pierde en el interior del mostrador.
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JULIA
RomanceJulia, una mujer de 38 años enfrascada en un rutina diaria muy aburrida y estresante, cosa común para una mujer divorciada y madre soltera. Afortunadamente, tiene un grupo de amigos que la obligan a salir de ese circulo vicioso y aburrido poniéndola...