Vámonos de rumba

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Julia

Llego temprano al gimnasio, como cada mañana. Me encanta empezar el día con una rutina de ejercicio, a veces pesada, a veces muy leve, según como amanezca de ánimo. Hoy precisamente quiero meterle power a mis piernas. Que he de decir, es la parte que más me gusta de mi cuerpo. Me encantan como se ven estilizadas, bien formaditas y que decir del bonito trasero redondito, paradito y durito que se me ha formado a base de ponerme unas chingas en la escaladora, sentadillas y estiramientos. Todo un arte, y bueno, aquí voy.

Comienzo en la caminadora, estoy por empezar mis 15 minutos de calentamiento cuando llega Nohemí. Como es de esperarse, ella y yo vamos al mismo gimnasio, así hemos logrado permanecer más de un año viniendo al menos 4 veces a la semana a entrenar. Al principio era un suplicio cambiar la cama por la disciplina, pero pasados los 2 meses fue más sencillo, dado que también comenzamos a hacer amigos aquí y entre todos nos apoyamos para no sucumbir a la tentación de regresar a la cama a seguir durmiendo a pierna suelta una vez que nuestros hijos se van al colegio en el transporte escolar.

Nos saludamos de besito en la mejilla como siempre.

-¿Ya viste que van a abrir una nueva clase de defensa personal? - Me pregunta mi amiga, realmente interesada. Es una disciplina que hace meses hemos querido aprender

-No vi los anuncios, pero suena bien

-Empiezan el lunes que viene, son 3 días a la semana de 8 a 9 am. Nos queda muy bien

-Me agrada la idea, pero ¿Quién la va a dar? ¿Será Benjamín? - Benjamín es uno de los socios del gimnasio, ha sido boxeador toda su vida y él está a cargo de los chicos y chicas que practican esa disciplina, por eso pensamos que pudiera ser él.

-Pues en el nuncio dice: Darío Salá

-No lo conozco

-Yo tampoco amiga, pero si esta bueno, seguro lo voy a conocer mejor - Me guiña un ojo la descarada. Ya la conozco, esta mujer donde pone el ojo pone las piernas y si el susodicho le gusta, no lo dejará pasar y de seguro termina saliendo unos días con él.

Comenzamos con nuestra rutina y en seguida se acerca Carlos, nuestro entrenador y amigo a indicarnos las series a realizar, todo el tiempo supervisando que hagamos bien los movimientos. Yo tengo la teoría de que este hombre se excita con los quejidos y gemidos que se nos escapan cada vez que sentimos que las piernas no nos dan para más, por eso nos mete tanta caña. Básicamente disfruta de nuestro sufrimiento.

Una vez que terminamos sudadas y adoloridas hasta de los lugares más recónditos de nuestro cuerpo, como siempre, terminamos en la Cafetería del lugar pidiendo un jugo verde o un desayuno ligero. Realmente es el pretexto para juntarnos al chisme matutino con otros amigos que frecuentamos aquí. La primera que se une a nosotras es Judith, una chica muy simpática, española ella. Sus ocurrencias y acentazo nos hace mucha gracia. Después de ella sigue Alberto, un guaperas que baila salsa de lo lindo y le sigue Miguel y su novio Sebastián.

-¿Quién se va a apuntar a las nuevas clases de defensa personal? Para saber si me animo o no - Pregunta Judith

-Yo si -Contesto antes de darle un sorbito a mi jugo que está delicioso.

-¿Tu vas a estar ahí, Nohemí? Le pregunta Alberto a mi amiga. Ella es como su amor platónico, lo curioso es que nunca le ha hecho caso, a pesar de que es un bombón y ni que decir de como mueve ese cuerpecito delicioso cuando baila una rumba.

-¡Pues claro! Es una clase que le he pedido a Benjamín que integre desde hace mucho. ¿Ustedes se van a apuntar? - Y ahí está el desaire que a cada nada le hace a Alberto, y es que este guapo no entiende. Mi amiga no saldrá con él nunca, puesto que ella sabe que el está enamorado de ella y, sea como sea, Nohemí no quiere romperle el corazón, pero él insiste.

JULIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora