cuatro.

184 21 10
                                    

;— ↷ ·˚ ❝.-.. ---❞

𝖑𝖆 𝖒𝖆ñ𝖆𝖓𝖆

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝖑𝖆 𝖒𝖆ñ𝖆𝖓𝖆. 𝖚𝖓𝖔.

Aquella mañana parecía premeditar lo que pasaría. Haexinarts con sus altos muros de piedra irregular, sus oscuros pasillos abovedados y su aura mística. Cada vez que se entraba a ese lugar se podía sentir un sentimiento de aristocracia y antigüedad revolver los huesos. Con el tiempo a los alumnos también se les contagiaba.

La forma en la que se relacionaban se transformaba en algo peculiar, como un soplido frío en las madrugadas. Los que quedaban formaban filosas dagas de intelectualismo, grietas abiertas en la literatura. Narraciones que trascenderían sobre sus muertes. Septhis era una de esas dagas.

Mirada y aclamada, víctima de susurros y ojos curiosos. Vista por todos, tocada por nadie. Y así como era, así había sido toda su reducida vida.

Se frotó las sienes. Esa clase. Única y suficiente para romperle un tabique en la cabeza. Le alegraba que ninguno de ellos rondara a su alrededor, le molestaba no hablar con nadie.

Septhis estaba sentada en la mitad del aula, a su derecha, abajo, Dostoyevsky, a su izquierda, Nakahara, arriba a la derecha, Edogawa, al otro lado, Dazai. Cuatro pilares en las orillas, uno se cae, todos los demás caen. Cada vez que tomaban esa formación no podía evitar pensar en eso.

Aunque ni siquiera se relacionaran. Ella estaba en medio, no era un pilar, no era nada. Prefería no contemplarse en medio de los pilares.

Miró su agenda.

Primero, tendría que organizar las tareas de la semana. El fin de semana debía salir a comprar suministros porque ya no tenía así que no habría mucho tiempo de ponerse a las tareas esos días. Tendría que usar esas noches para estudiar y adelantar todo. Suspiró, y se vio interrumpida de súbito.

El profesor Kalumnia entró a la sala, con su flamante cabello rojo quemado agarrado en una coleta y vestido de traje, como la etiqueta marcaba. Septhis desvió la mirada mientras el hombre se presentaba y les pedía a todos que se presentaran al tiempo que pasaba lista.

Sacó la cabeza de su libreta cuando el apellido de Dazai flotó por el aire, y no hubo respuesta. Subió la vista a su habitual silla pero él no estaba allí. Frunció el ceño.

―¿Quién es su compañero de habitación? ―preguntó el profesor, también consternado.

Habitualmente, los estudiantes avisaban si se hallaban enfermos o en alguna situación de emergencia.

Nadie levantó la mano, el profesor ladeó la cabeza y continuó. Septhis viajó la mirada por el aula, que olía a pino y madera, repasó cada grada tapizada de alfombra color vino, y entonces se detuvo. Dostoyevsky la miraba, con esos extraños ojos violáceos coronados por ojeras. Ella frunció el ceño, le sostuvo la mirada.

Una vida para la muerte | bungou stray dogs |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora