Septhis es una estudiante de literatura en la prestigiosa Universidad de Haexinarts que ha sido rival academica de un grupo de escritores y poetas de su clase, y aunque le encantaría no saber nada de ellos el siguiente año todo se ve complicado cuan...
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𝖑𝖆 𝖓𝖔𝖈𝖍𝖊. 𝖈𝖊𝖗𝖔.
El auditorio parecía un lugar completamente distinto desde la ceremonia de inicio de semestre y la entrega de premios que le significo una nueva vida a Septhis. El conjunto de gradas y sillas se había movido fuera del lugar y la tabla roca junto con el escenario se desmantelaron para dar paso a la verdadera esencia del auditorio.
Un maravilloso y lujoso salón de baile, rodeado de pinturas y ornamentos tallados sobre la estructura. Candelabros opulentos que caían bajo los techos abovedados y manchados de enormes obras de artes, luces incandescentes, ventanales del piso al techo y un mosaico blanco y dorado en el que era posible ver el propio reflejo.
Y Septhis se había tenido que encargar de la mitad de esas cosas. Pocas eran sus ganas de formar parte del comité que organizaba la fiesta de bienvenida y en realidad, no había tenido intención de formar parte de él. Lastimosamente, esa misma mañana le habían llamado desde la dirección rogándole que se hiciera cargo de ello y que, por favor, supervisara que todo estuviera en su lugar para esa noche.
No había tenido que supervisar gran cosa, salvo la limpieza y los arreglos para las mesas y un poco para las ventanas y paredes, no demasiado porque la intención era no perder la esencia del auditorio mismo. De todos modos, era la organizadora, lo que le había ganado más miradas de resentimiento.
Por mucho que le hubiera gustado escaparse, estaba metida en ese auditorio desde las seis de la mañana. Apenas había tenido tiempo de irse a bañar y vestirse para volver de inmediato y, de todos modos, tenía que estar allí temprano.
—¿Lista para tu discurso? —canturreó una figura entrando a la pequeña habitación en la parte trasera de las escaleras que conducían al estrado móvil.
Septhis lo miró desde el espejo de tocador. Vestía un traje rojo flamante que resaltaba su cabello. No llevaba lentes y eso hacía que sus pestañas largas lucieran aún más, sin contar el corse envuelto en seda, era la principal atracción de su traje.
Y seguro sería el motivo de suspiros entre las chicas.
Si él tuviera el mismo semblante que Septhis, sería inevitable. Pero él era un hombre de ternura. Imposible que los emparentaran.
—No es la gran cosa —murmuró la chica, luego miró la puerta entreabierta—. Vete de aquí, la gente inventa rumores sobre mi por la más mínima cosa. Si te ven salir de aquí...
La figura sonrió de lado, un hoyuelo se le marcó en la mejilla al lado de su comisura levantada. Se movió en la pequeña habitación y la luz amarilla que caía sobre los tapices dorados de las paredes le daban un aspecto tórrido. Paso dos juguetones dedos por los hombros de Septhis y se detuvo detrás de ella.