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Dongmin caminaba a pasos lentos, encorvado con la mirada puesta hacia delante, alerta a cualquier sonido e individuo que escuchase o encontrase.

Apensar de memorizar por completo el mapa del distrito de Sowon, especialmente la zona de Gyeoggi-Do —donde se le habían asignado para hacer sus negocios—, se sentía tan desorientado y nervioso.

Sus manos no solo no dejaban de sudar, sino que temblaban a tal grado que tuvo que detenerse unos segundos para respirar profundamente mientras cerraba los ojos y un sollozo asustadizo salía de su garganta.

Se sentía muy aterrado, y por supuesto, sabía que si caminaba unas cuadras más, era muy probable que se encontrará con Wonho, además de eso, el niño Hiba solo.

Seokjin había prometido acompañarlo a su primer encuentro, pero como si obra del diablo se tratase, el de cabellos rizados fue llamado justo en el mismo horario que Dongmin se encontraría con Wonho, a las instalaciones de la boca del lobo.

Y aunque quisiera, no podía negarse, ya que era un llamado oficial del mismísimo JaeBeom, y eso solo hacía aumentar el odio que Seokjin le tenía a él adulto, cual ya de por sí era fuerte.

Su hyung solía decir que, “habia que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos, y que JaeBeom era más diablo que el mismísimo diablo”, y empezaba a creerle firmemente.

Volviendo a la realidad, apesar de la ansiedad que crecía en el pequeño ser de Dongmin, sabía que que no debía ceder lugar al miedo.

En lugar de creer ciegamente en el, “Se que puedo”, se repetía una y otra vez en su pequeña cabecita el, “¡Tengo que poder!”.

Y es que eso es lo que significa la última frase, tenía que poder, sea como fuese. ¡No cabía lugar al miedo! Y es que no solo su futuro estaba en riesgo, estamos hablando de su vida misma. Si todo salía mal, moriría, perdería la vida, esa era la consecuencia del miedo, por eso tan adecuada la frase, “¡Tengo que poder!”.

A diferencia de su hyung, quien lleva varios años en esto, y que su facilidad para vender es innata, Dongmin es un simple niño tratando se sobrevivir.

La determinación, las ganar de vivir es su única oportunidad para darle vuelta a las cosas. Eso es lo que es la determinación, buscar el modo, sea cuál sea, para cumplir lo que se propone, incluso cuando tu panorama pinta oscuro y borroso, justo como el panorama ahora de Dongmin.

¡Vamos Dongmin, hazlo por Donghwi! —se dió animó en voz alta.

Tomo una bocanada de aire y cerró rápidamente y con determinación el cierre  de su sudadera gris, acomodo su gorra, coloco mejor su cubrebocas negro en la varilla y metio ambas manos en sus jogger negros deportivos que Seokjin le compro.

Empezó a caminar un tanto emocionado, no lo comprendía, hace solo unos minutos moría de miedo, pero ahora sentía éxtasis, tal vez la adrenalina le hacía sentir cierta euforia en su pequeño sistema, y eso, claro, lo usaría a su favor, tal como se lo enseñó su hyung.

Después de caminar con mucha determinación las calles faltantes, pudo visualizar a Wonho.

El adulto se encontraba al final de un callejón, dos chicas con piel expuesta a cada lado, una besando vehemente su cuello, y la otra compartiendo un cigarrillo.
Un par de chicos fumando recostados a la pared, y otros más hablando con Wonho.

Dongmin arrugó su nariz al oler el hedor del cigarrillo. Rápido busco en su bolsillo del pantalón y saco una paleta Chupa Chups, le quitó el envolvente de plástico y la poso sobre sus labios, degustó su sabor un par de segundos, sonrió de lado y empezó a caminar muy confiado sobre esa calle con luz escasa.

The Long Ballad: Love, live, Kill // Binwoo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora