Advertencia: ataque de ansiedad, mención de heridas.
Nota: basado en una escena de Young royals.
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“Tengo miedo de todo lo que soy Mi mente se siente como una tierra extranjera Silencio sonando dentro de mi cabeza Por favor, llévame, llévame, llévame a casa...
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¿Se me permite rendirme?
Miles fue azotado con brusquedad hacia una pared, las venas de su cuello presentándose a la vista cuando ese largo tentáculo empujó contra su pecho. Estaba seguro de haber escuchado sus costillas romperse, pero estaría bien. El siempre estaría bien.
Sus manos tocaron los costados de la extremidad mientras de sus labios escapaba un sollozo desesperado. De la punta y las palmas una neblina de electricidad floreció y logró la desestabilización de la máquina, haciendo que cayera en el suelo como si de un cuerpo muerto se tratara. Todo dolía, pero la villana cayó de la misma forma.
Con el pecho contraído de dolor, se levantó y arrancó aquellos tentáculos desde la raíz, para nada interesado en la unión de la máquina con la columna de la mujer. A lo lejos miro las luces de los policías. Su trabajo estaba hecho. Dejó a la mujer adolorida en el asfalto húmedo y se dio la vuelta, balanceándose lejos de la escena.
Sus costillas estaban rotas, quién sabe cuántas. Su garganta ardía y su corazón no ayudaba golpeando constantemente contra los huesos rotos. Más y más y más. Era otro ataque de ansiedad, cada vez más comunes en él.
Llegó hasta su apartamento rompiendo la ventana por la fuerza que aplicó para abrirla, ya después se encargaría de ese detalle. Y como si su cuerpo ya estuviera acostumbrado, su oído se agudizó para asegurarse de que no hubiera nadie en casa. Probablemente sus dos padres ayudaban en todo el desastre qué había allá afuera.
Se tiró al suelo, quitándose la máscara con furia.
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Trato de respirar en medio de los sollozos. Dolía. Dolía tanto. Y su pecho no paraba, su respiración no paraba. Nada paraba.
