Advertencia: algo de sumisión, referencias a damas de compañía.
Nota: este es en realidad una parte del prólogo de un fic de Miguel que tengo en borradores.
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“Tantas mañanas me desperté confundido En mis sueños te hago todo lo que quiero Mis emociones están desnudas Me están volviendo loco...
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El frío era palpable en el aire de ese lugar. El aire estaba adecuado para no dejar que ni una sola gota de sudor cayera por los cuerpos de sus estrellas.
Claro que, los espectadores sudaban de deseo. Probablemente lo único que veían en su mente era el calor de cada cuerpo emanando en el suyo, en medio de la pasión secreta de las luces de burdel.
A pesar de no sudar, las estrellas brillaban. Sus pieles destilaban una brillosidad digna de reflejar los colores de aquel lugar. Las luces moradas del burdel hacían verlas de un color galáctico. Brillos de estrellas cubriendo sus pieles, sus cuerpos siendo una galaxia para admirar y explorar.
En medio de las luces del burdel se encontraba él.
¿Qué hacía ahí? Ni siquiera lo recordaba, solo sabía que nunca más se iría la sensación de encontrar una galaxia perfecta en el cuerpo de ella.
Habían varias chicas en el escenario, pero sus ojos no se despegaban de las estrellas en su piel.
Allí estaba ella. Solo ella. Para él. Para su vista. Para su gusto.
Una canción comenzó a sonar en los altavoces. Los hombres a su alrededor hicieron ruido emocionados, pero el se dedico a grabar en su mente la cereza que adornaba la parte central del espectáculo.
Todas se movieron lentamente. Restregando sus manos por sus cuerpos, pasando sus dedos por los destellos qué las cubrían.
Si eran ellas o era el, no lo sabía. Pero todo era en cámara lenta.
De pronto ella quedó de rodillas, pero ninguna sin llegar a tocarse. Dejando en claro que sus muslos se separaban lo suficiente para mantener a alguien entre y debajo de ellos.
