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“Tenía las mejores cartas Pero cada golpe de suerte tiene una hemorragia...
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Ahí estaba ella. Tan hermosa como siempre. Reclinada en el techo y mirando las luces de la ciudad iluminar el cielo sin estrellas.
Miles ahogo un sollozo de felicidad al verla, por un momento pensó que no la vería nunca más, que Miguel lo capturaria y lo encerraría por el resto de su vida con la excusa de haber roto el canon de su universo.
Viéndola ahí, todo había válido la pena. No importaba el dolor en su cuerpo, ni su hombro sangrante, ni la traición de quienes apreciaba impregnada en su piel, solo importaba qué estaba en su universo y que tenia la oportunidad de salvar a su padre.
—¿Amor? —, ella se dio la vuelta mirándolo con una sonrisa tímida—, me gusta tu cabello así—. Murmuró acercándose a él y alzando la mano para acariciar su cabello—. Creí que llegarías más tarde.
Miles la admiraba en silencio. A penas se acercó el sintió su aroma envolverlo, su dulce perfume bailando a su alrededor al son de la leve brisa. Miro su cara queriendo grabarse cada detalle de ella, cada expresión, cada segundo. Noto las ojeras en sus ojos y no parecían recientes, ¿Lo había estado esperando toda la noche? ¿Acaso tardó tanto en volver?
Sin poder contenerse se lanzó a sus brazos y la abrazó con fuerza. Solo ahí noto el gran suéter tejido qué la cubría, frunció el ceño al recordar lo mucho que había dicho que odiaba ese tipo de suéteres la navidad pasada. Terminó por separarse confundido, miró abajo y vio la falda larga qué llevaba, algo que tampoco usaría normalmente. Era el tipo de ropa que alguna vez había llamado 'ropa de vende biblias'.
—¿Y ese abrazo?—. Dijo ella confundida y Miles sintió perfectamente cómo su cuerpo se tensaba bajo ese gran suéter.
La tomo de la cintura preparandose para preguntar sobre su ropa o por que estaba tensa, pero no llego a hacerlo cuando ella se quejo con dolor.
