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“Vuelve sobre mis labios, borra tu toque Es demasiado para mi Desapareces como humo en el aire ¿Cómo puedes morir sin cuidado?...
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Se odiaba a sí mismo. Toda acción qué hacía estaba entrelazada, cada momento se unía. Ahora estaba frío, mirando una lápida sabiendo que habían 100 formas de evitar ese final.
Todo era su culpa.
Si tan solo no hubiera tomado el manto del merodeador. Pero alguien tenía que proteger la ciudad.
Si tan solo se hubiera negado a una relación. Pero creyó merecer amar a alguien después de todo.
Si tan solo le hubiera puesto más atención. Pero estaba muy ocupado pensando en el nuevo y peligroso villano de la ciudad.
Si se hubiera detenido. Pero él quería que muriera por ser era un peligro para la ciudad.
Las memorias se repetían como veneno. Lastimaban como la picadura de una araña una y otra vez. Al despertar ahí estaban, al dormir se presentaban de forma poética, o de una forma que su cerebro lo pudiera procesar.
Empezó muy lento. Ambos empezaron lento.
Miles infiltrándose en la vida de la hija de Norman Osborn. No esperaba enamorarse, no quería eso, solo investigar sospechas de experimentos en personas.
Era lo que hacía y aún así no pudo evitar enamorarse.
Y aun así pudo alejarse. Aun así pudo esconder sus sentimientos en lo más profundo de su ser como había hecho otras veces. Pero después de tantos años, ¿no merecía algo más que dolor?
Al mismo tiempo que iniciaron sus problemas, inicio la cacería en contra de ese villano de verde que atormentaba a la ciudad.
Si hubiera puesto atención, habría notado los leves cambios de actitud en su novia. La forma en que a veces parecía tener voces en su mente. Los dolores de cabeza. Los rasguños en sus brazos. Su mirada decaída. Sus ojeras. Y la peor parte, el traje que guardaba bajo su cama.
