Estaba de los nervios, creo que no había sudado más en toda mi vida. Busqué a mi alrededor, quizás hubiera algo que me sirviera como arma, la puerta casi estaba abierta del todo así que cogí lo primero que pude, cogí... ¿una almohada? ¿en serio? Bueno, no tenía tiempo para buscar más, así que me preparé con mi almohada como arma y, se abrió la puerta. La persona que acababa de entrar, a la que no pude ver por culpa de la oscuridad, estaba tocando la pared, ¿qué buscaría?, mejor no pensarlo, porque mis numerosos episodios vistos de series policiacas me jugarían una mala pasada, aún así no pude evitar pensar lo peor... De repente la luz se encendió, ¡uf! menos más que era el interruptor lo que aquella persona buscaba en la pared, y por fin podría visualizar a la persona que se ocultaba en la oscuridad. Mis ojos fueron enfocando poco a poco, primero pude ver su pelirroja melena, bastante larga y rizada; era mediana, ni alta ni baja; esa mujer sonaba..., cuando por fin mis ojos se acostumbraron a la luz, pude ver que esa persona era ¡¿mi madre?! ¡Esto no tiene sentido! Ningún sentido en absoluto... Miré a mi alrededor, esto no podía ser posible... ¡era mi habitación! Sí, estaba seguro, no podría confundir aquella pared pintada de un rojo suave, el sifonier que había a mi lado con los cajones de color rojo y de color madera alternados; ¡qué recuerdos me traían!; encima de mí, había una estantería con muchos libros (mis tesoros, estaban todos y cada uno de ellos), y delante de mí había una gigantesca mesa y una silla... Así que estaba ¿en mi casa? No tenía sentido, yo estaba en la calle con Jorge y ahora unas voces me estaban inculpando y resulta que estaba ¡en mi casa! No, no, no, ¡no tiene nada sentido!
- Diego, cariño, ¿está bien? – dijo mi madre.
Sí, esa es mi madre, bueno, supongo que es la típica madre, no sé. Se llama Raquel y tiene 45 años. Pero es súper agobiante, buff... yo no sé si vuestras madres son así, o es solo la mía... Pero es buena gente, se preocupa mucho por mí, aunque para mi opinión, demasiado.
- Mamá, estoy bien, pero ¿cuándo he llegado?
- Jorge te trajo a casa, porque al parecer te habías desmayado, ahí en medio de la calle. Pero no es eso lo que más me asusta, sino que desde que has llegado no has parado de gritar cosas extrañas.
Así que Jorge me trajo a casa porque yo me había desmayado, eso no suena nada extraño, aunque yo nunca me había desmayado anteriormente..., pero eso no quitaba mi mayor preocupación ¿qué eran esas voces? ¿y por qué él no las oía? ¿o las oía pero no quería decírmelo? ¿quería que pensara que estaba loco...?
- ¿Me he desmayado? ¿cuándo? – pregunté desconcertado.
- Pues no sé cuando, solo sé que estabas en la calle con Jorge. Es la primera vez que y te desmayas ¿no? ¿Seguro que te encuentras bien? – cuando mi madre dijo esto, yo no pude evitar pensar, ¿y si no me había desmayado y Jorge había montado todo esto para quedar como el héroe? Siempre le había gustado llamar la atención..., y le encantaría ser famoso, y por algo se empieza ¿no?...
¡Oh! Qué agradable sorpresa, ya vuelve con su lado sobreprotector ¿por qué tiene que tener ese lado? Estropea los buenos momentos.
- No me agobies mamá – dije algo mosqueado. La idea de que Jorge hubiera montado todo esto, no paraba de rondar por mi cabeza.
- Adiós, no te agobio, tranquilo – Dijo Raquel algo enfadada, pero yo sabía que lo entiende, porque a menudo me contaba historias de cuando era adolescente, y aunque no me guste admitirlo era súper parecida a mí.
Mi madre estaba saliendo por la puerta cuando de repente volvió a entrar despacio, como si se acabara de dar cuenta de algo.
- ¡Espera! ¡¿QUÉ-ES-ESO?! ¡¿Qué te ha pasado en la cara?! –dijo muy alterada.
¡Mierda! No me acordaba de la cara, al parecer me había pegado con demasiada emoción, cosas que tienen los nervios y el miedo, que te alteran.
- Nada... –dije nervioso- ¿no decías que me había desmayado? Será eso... –espero que se lo hubiera tragado, aunque mi madre no es tonta, ni fácil de engañar...
- No sé qué te habrá pasado, pero podrías confiar un poco más en tu madre ¿no crees?
- Sí confío, de verdad que ha sido e... –dije, pero mi madre me cortó.
- No me mientas, ¡pero si tienes una marca de una mano y todo!
- Eh... –no sabía que decir, no se me ocurría ninguna excusa. Eso sí, esas voces seguían, me estaban produciendo un dolor de cabeza horrible, ¡agg!
- Sólo me preocupo por ti, Diego. Me estás asustando, llevas todo el rato gritando, tienes mala cara, se te ve agobiado, como si tuvieras una preocupación importante o alguien te persiguiera, y encima vienes a casa con un bofetón –dijo muy preocupada, pero yo sólo pude pensar que por lo menos solo se había dado cuenta de uno –en cada mejilla, no sé qué pensar Diego...
Buff... Aunque me costara admitirlo mi madre tenía razón, ya que, la mala cara se debía a las voces, a los dolores de cabeza, al igual que las preocupaciones; bueno, y los bofetones... ya eran cosa mía, era lo único en lo que no les puedo echar la bronca.
- Lo siento, no sé qué me pasa, de verdad... –contesté a punto de llorar, en realidad no le estaba mintiendo, solo ocultando parte de la verdad.
- Te creo Diegito, descansa, que seguro que te viene bien –entonces no pude más y empecé a llorar, eso de que me llamara Diegito tocaba mi fibra sensible, y en estos momentos no me ayudaba –hay no llores, anda ven aquí.
Entonces me abrazó, ese abrazo me hizo sentir fuerza, esperanza y orgullo. Si esas voces querían destruirme no lo iban a tener fácil, pues yo les voy a oponer resistencia.
Después de ese largo y cariñoso abrazo que tanto necesitaba, que porque tenga quince años no quiere decir que no me viniera bien, mi madre se fue y yo me metí en la cama para poder descansar.
Sólo había un problema, no podía dormir, no pude dormir en toda la noche, esas voces no paraban de rondar en mi cabeza, y junto a ellas venían las preguntas ¿qué son? ¿por qué aparecen ahora? ¿y por qué a mí?. Cuando cerraba los ojos y parecía poder conciliar el sueño, llegaban esas voces para estropearlo todo, y éstas acompañadas de pesadillas.
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¿QUIÉN ERES? [INCOMPLETA]
Mistero / ThrillerAhí está Diego tirado en el suelo, sollozando y sudando, más que en toda su vida. Todo por culpa de esas puñeteras voces que llegaron a su cabeza en forma de armas asesinas, que lo van destruyendo poco a poco, hasta que llegue un momento en el que n...