CAPÍTULO 4

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Me estaba despertando, al parecer me acababa de desmayar. Alguien estaba diciendo mi nombre repetidamente, y notaba como me zarandeaba, poco a poco me iba despertando y mis pesados párpados se iban abriendo, dejándome visualizar a la persona que me estaba moviendo...

- Diego, Diego, Diego... -no lograba visualizar a la persona que hablaba, solo veía una silueta difuminada, pero esa voz era inconfundible, era con la voz que soñaba cada noche, esa que me daba fuerzas, por la que me levantaba cada mañana y las afrontaba; era Sandra, y tenía los ojos rojos, como si acabara de llorar.

- ¿Qué pasa? – dije medio dormido, por causa del desmayo.

Mis ojos comenzaban a enfocar, me encontraba en una habitación blanca, había una mesa con un ordenador, también un reloj colgado en la pared, por lo que pude saber que eran las 10:30, así que ya era la hora del recreo; había estado ahí durante las primeras horas de clase. Yo estaba encima de una camilla y a lo lejos se podían distinguir aparatos médicos, estaba claro que aquello era la enfermería. ¿Cómo había llegado ahí?

También pude distinguir aquellas dos personas que me miraban fijamente, eran Sandra, como bien había identificado, y Jorge. Ellos me habrán traído, ¿pero por qué? ¿Acaso se quieren librar de mí? Jorge...

- ¡Por fin te despiertas! ¿te pasa algo? Te has vuelto a desmayar – dijo Sandra aliviada, creo que estaba preocupada por mí. Por eso me habían traído, al final, era por preocupación, un gran alivio, aunque nunca se sabe.

- Es que ayer y hoy, voces, eh... - dije confuso, no sabía por dónde empezar.

- Tranquilo Diego, Jorge me lo ha explicado todo – Jorge me saludó tímidamente – lo único que no sabemos es lo que escuchas dentro de tú cabeza ¿podrías explicárnoslo? Quizás te podamos ayudar.

¿Debería decírselo?, ¿me ayudarán o me llevarán a un psiquiátrico?

- Es una continua voz que me inculpa de cosas, que yo no sé que son – dije desesperado - ¡no sé qué hacer! No me dejan dormir, no me dejan pensar, no me dejan en paz, nunca – dije a punto de llorar.

- Diego tranquilo, seguro que podemos hacer algo para ayudarte – dijo Jorge.

- ¿El qué? Igual me estoy volviendo loco, igual tengo que ir al psiquiatra con mi padre – dije con lágrimas en los ojos.

- No, no llores Diego, tranquilo. Vamos a llegar al fondo de esto, te ayudaremos. – dijo Sandra.

- ¿Cómo? – respondí sorprendido.

- Pues... - dijo pensativa – preguntaremos a quien haga falta, inspeccionaremos, y...

- Sandra, ves demasiado CSI... - dijo Jorge.

- Por lo menos intento ayudar, no como otros... - dijo ella mirándole con cara de poco amigos.

- No os peleéis, así no llegamos a ninguna parte – dije tristón.

- Lo siento – dijeron al unísono.

De repente llegó la enfermera, y un silencio incomodo inundó la habitación, hasta que por fin, dio la noticia.

- Diego, no te preocupes, solo ha sido un desmayo, pero aun así, vamos a llamar a tus padres para que te vengan a buscar. Quédate en casa todo el día ¿entendido? No salgas para nada. – dijo la enfermera.

- Entendido. – le dije sonriendo.

Serían las 11:00 cuando mi padre vino con el coche a buscarme. Susana, la enfermera, le dio un papel, que no me dejó ver. Me despedí de Sandra y Jorge con la mano y me metí en el 205 de mi padre, lo sé no es que sea un cochazo, pero a mí me gusta, no, a quien quiero engañar, no me gusta, pero es lo que hay, por lo menos es blanco, me encanta el blanco. A ver, en realidad, también es de mi madre, porque ella tiene el carnet de conducir, pero le da miedo cogerlo, prefiere ir en el asiento del copiloto; y cuando no está mi padre coge el autobús, porque tiene pánico a conducir, por lo que no entiendo cómo se sacó el carnet, pero bueno...

¿QUIÉN ERES? [INCOMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora